No soy tan intransigente, como piensas. Soy temerosa de tus pasos y deseo que no caigas.
No estoy caduca de tu tiempo, viví mi propio tiempo y sigo aprendiendo día a día.
No me cierro a tu forma de actuar, ignoro lo que me duele de tus actos, y acepto lo bueno de ti, porque atesoro tus aciertos y perdono tus errores. Junto contigo me llegó todo el amor del mundo, la paciencia; y sobre todo la fe en Dios. Quiero que sepas, que tus caídas, tus errores y penas, son las mías. Tus aciertos, éxitos e ilusiones, son mis alegrías. Pero debo ser fuerte para soportar, fría para entender y solucionar problemas.
Tenaz para adelantarme a tus pasos, tierna para abrazarte sin medida. Un poco olvidadiza para no guardar malos momentos, y siempre tener una sonrisa signo de que la única puerta confiable es la de mi corazón, sin condiciones.
¡Así es la vida! y acepto que debes caminarla por ti mismo.
Pero mientras Dios me de vida, ahí estaré... Para acompañarte con mi amorosa sonrisa y mi mano incondicional... Dios bendiga tus pasos... Hijo mío.