Un día cualquiera, la vida nos agarra a nalgadas como cuando lo hacían nuestras mamás antes de que se considerara traumático. Ahora ya prácticamente nadie usa ese “método educativo” porque se considera denigrante y contrario a la dignidad humana… pero no siempre fue así.
No hace mucho, casi todas las mamás lo hacían con nosotros -sus hijos- y nadie protestaba. Se consideraba una técnica válida. Educativa. Actualmente, mucha “gente de bien” fue educada bajo este método. Y si les preguntáramos a qué se debe que sean personas exitosas, nos contestarán que es gracias a las nalgadas que sus papás les propinaron durante su niñez. Pero las personas “entendidas”, personas que se dedican al estudio del comportamiento humano, -los psicólogos, por ejemplo- dirán que no es “gracias” a eso, sino “a pesar” de eso.
Pero la vida seguirá tratándonos siempre igual, al margen de los métodos con que eduquemos o hayamos sido educados. De vez en cuando nos va a agarrar a nalgadas, nos va a “mover el tapete”…nos va a sacar de nuestra zona de confort. Y es entonces cuando necesitaremos actitud positiva para enfrentar la vida con éxito. Porque nada es absoluto en el Universo, sino relativo: todo depende del plano del observador. De manera que un mismo hecho puede derrumbar a alguien y dar impulso a otro.
Lo que consideramos “bueno” o “malo”, depende de nuestra situación particular: de nuestro plano de observador. Pero no necesariamente tiene que ser así, porque la vida no es “blanca” ni “negra”; la vida se compone de una infinidad de “claroscuros”. Y esto es así porque todos los seres humanos estamos en la Tierra para “VIVIR”, para experimentar. Y por eso las nalgadas de la vida no sólo son inevitables, sino, incluso, necesarias. Son las espinas que nos permiten apreciar la belleza de la flor. Están ahí para algo, al igual que todos los sentimientos negativos.
Es la eterna “dualidad” de la vida: el blanco y el negro, lo dulce y lo amargo, el día y la noche, el bien y el mal, el yin y el yang, etc. Siendo así, y que el fin máximo de los seres humanos es la consecución de la felicidad, debiéramos empezar por el principio. Creo que el principio de la felicidad es el AGRADECIMIENTO. Ya lo decía Cervantes, en palabras que puso en boca de Don Quijote: “No hay nada que Dios aborrezca más, que el desagradecimiento”. Por ahí debiéramos empezar: ¿qué agradecemos hoy a la vida, a Dios o al Universo del que formamos parte? Estar vivos; poder respirar sin dificultad; ver las estrellas, las aves, las abejas, las flores; escuchar, el canto de los pájaros y el zumbido de los insectos; saborear un buen platillo y una buena bebida, etc. ¿Qué agradecemos hoy? Infinidad de “pequeñeces” que normalmente pasamos por alto.
Luego, establecer metas en nuestras vidas. Metas “alcanzables”. Que no sean tan sencillas porque entonces caeríamos en el aburrimiento. Pero tampoco tan difíciles, porque caeríamos en la frustración. Pero establecerlas. A corto, mediano y largo plazo. Trazar un Plan de Vida. Y asegurarnos del “sentido” de nuestras metas. Que lo que hagamos “sirva” a la humanidad, a la gente. Que tenga espíritu de servicio. Sin olvidar que “servicio” no es sinónimo de “gratuidad”. Podemos cobrar por lo que hagamos, tal como lo hace un médico, un abogado, un ingeniero, un artista, un plomero o un albañil.
Todas nuestras metas y actividades deben viajar en el carruaje del amor: todo lo que hagamos debe estar motivado y debemos hacerlo por amor, la energía máxima que rige al Universo. Y poner a la PRUDENCIA como conductora de este carruaje, porque de otra manera, por mucho que nuestras acciones estén motivadas por el amor, sin la dirección de la prudencia, vamos a caer por el primer desbarrancadero que encontremos en el camino de la vida, ya que el amor es ciego por naturaleza.
Es así como las nalgadas de la vida nos van a servir de enseñanza y no de castigo. Es así como estaremos transitando por el camino de la felicidad: un camino del que hay que disfrutar cada paso dado, porque la felicidad no es un destino, sino un camino.