A lo largo de mi vida he ido entendiendo o más bien asimilando que el ser humano no puede vivir aislado de los demás porque si así fuere entonces seriamos seres irracionales, necesitamos de los demás para entender el por qué de la vida. Cada día que pasa al final de el me cuestiono y pregunto que hice, que dejé de hacer, lo evalúo y analizo.
Es tan largo el día pero no lo sabemos aprovechar, cada minuto que pasa son segundos desperdiciados en cosas vanales o negativas, no hemos sabido valorar el tiempo que pasa por enfrente de nosotros, al cual le tenemos miedo y vivimos la vida sin gozar y analizar cada movimiento, evento, suceso, palabras, caricias, sexo, amor, desamor, trabajo y demás situaciones a las que estamos expuestos; el miedo a envejecer sin haber hecho lo que teníamos propuesto.
Cada uno de nosotros nacimos para un fin determinado por la obra de Dios, está en nosotros saber conducirnos bajo su regazo, muchas veces nombramos a Dios para esto o para aquello, sin primero tomar en cuenta que yo no he hecho nada para que El este con la gracia hacia mí o hacia nosotros.
La vida misma se la debemos a El ante todo, y está en nosotros dar las gracias infinitas por ello. Hoy he aprendido a través de las circunstancias que me han sucedido a lo largo de este caminar, que mientras tengamos la Fe y nos encomendemos o pongamos en sus manos, jamás estaremos desamparados; entonces nos toca saber aceptar y programar nuestra vida siempre con la idea de primero dar gracias por todo; porque a través de las diferentes situaciones o experiencias vamos aprendiendo y se van acomodando nuestros problemas así como la felicidad que El tiene destinada para mí.