No me provoques con la locura de tu boca ni me observes con el cazador, con deseos de devorarme como si fuese un delicioso fruto o un afrodisíaco evento. No te embriagues lamiendo los rincones de mi cuerpo, ni dejes que revoloteen sueltas tus caricias como pájaros libadores. No dejes que el viento enrede nuestros cabellos, porque podríamos pensar que fue el destino. Nada esta vedado o prohibido para nosotros, pero las pequeñas licencias son el anzuelo para el pecado reconfortador.