Caen al suelo las gotas de lluvia, unas tan finas que apenas puedo escuchar y que lentamente me sumergen en la melancolía del sabor tenue que me dejaron sus labios, cuando por última vez dijo amarme.
Y me pregunto en medio de la oscuridad que ahora es mi mente, si esto es real o tan solo fue la dulce venganza de mi ser subconsciente que disfruta el dolor que siento en este instante, en el que al imaginarme que mis labios en verdad rozaron con dulzura ese cuerpo que ahora me es tan ajeno, me trae de vuelta a una realidad absurda de la cual no soy protagonista.
Ya lo sé no es amargura lo que me inunda, es la lúgubre nostalgia, masticándome lentamente con cada recuerdo que acerca de nuevo y me hace revivir.