Nada. Es lo que puedo tener y lo que puedo dar. Nada.
Pobre soy. Pobre de mí. De mí mismo soy pobre.
Esto que escribo roza la arena y llega a unos pies de alguien muy alto cuyo rostro no puedo ver. Soy yo mismo, aunque es tu reflejo el que aparece ante mis ojos.
Que se acerquen a mí todos aquellos a quienes nada puedo dar y que lo tienen todo sin embargo, pues todo son. Yo les daré más de nada. Ni siquiera silencio, salvo el que hay entre estas letras que dicen algo más que todo.
“¿Y qué queda de todo esto... de este momento?”, me preguntan unos que no están más que al otro lado.
“Eso sí lo podréis saber”, les respondo... Nada.