Era una tarde de lluvia copiosa,
gotas de piedra golpeaban
el tejado de cinc
La aurora estaba en las manos
De la ventana,
Coloridas violetas de jardines
Oteaban la trepadora hiedra
Mientras ampliaba sus enaguas
irguiéndose en la pérgola
Éramos del retumbar de chapas
los cuerpos vibrantes del atabal,
agitado abano de palmo enlazado con
la vista fija en los hilos gravitantes.
Como los que veo
en la transparencia de tu mirada.
Cuatro ojos en dos órbitas se deleitaban
en el baile del agua
Se apaga la lluvia en el vergel orquestado,
inicia el desfile de su ropa con
desnudo esquema de ángulos
Dominando la pasarela de las caucas
en la abierta pupila de la celosía
Tú eras tejido fragor de borrasca,
yo figura de guirnaldas sin preámbulo.
Un conjunto de células
imbuidos en el retrato del agua
donde los pies descalzos
suben engarzadas guirnaldas
Esculpido momento perplejo
en la contemplación del florido pasto
nos hicimos sépalos urdidos
En la yema de los dedos.
El diluvio moría entre nosotros
bajo el domo golpeado
su voz declamaba
el catar de nuestro vino añejo
pegado a los labios de cópula,
crisol donde fundimos témpanos
compactos del pétreo hielo