Mi mente se pierde en una soledad infinita, casi todas las estaciones caen y en ellas me voy desvaneciendo.
¡Qué delicia el invierno! Cuando esta soledad infinita se acompaña con los recuerdos del pasado, recuerdos de lo bueno que calientan mi existencia; recuerdos de lo malo que encienden mi conciencia y me enseñan.
Le sigue la hermosa primavera y la soledad transcurre en medio de sueños platónicos y utopías que quisiera poder alcanzar; la primavera y su nacer de nuevas ideas. Y la soledad es acompañada, por el misterio y las dudas que el futuro nos traerá.
Continúa el verano, ¡El largo verano! Que se acompaña de la realidad actual, del presente, donde mi soledad no sabe cómo acompañarse. Incluso en medio de la gente el verano resulta demencial; es tan grande el verano que se convierte en sequía.
Sería bueno buscar el oasis, para calmar la sed de la soledad; pero da miedo saltar sin brújula ni norte a buscar, sin saber que se pueda encontrar o simplemente me llegue a perder en mis pensamientos. Se debe tener claro lo que se quiere buscar, para terminar con la soledad del momento presente.
Buscar solo el calmar la sed de la soledad, pero sin la necesidad de proteger ese oasis, porque mi realidad actual no desea perder la individualidad que la soledad misma me ha traído.
Y es posible que si logre encontrar este oasis lo pierda por falta de interés; entonces tengo que buscar el oasis, que no necesite muchos cuidados y que no necesite que yo esté pendiente de él; en el que pueda saciar la sed de mi soledad.
Sería tan delicioso encontrar el oasis de aguas cristalinas, que no necesite disfraz y me calme la sed lográndonos entender. Ya quisiera tener ese oasis, aunque sea por unos momentos para poderlo atender, limpiarle lo que le hayan dejado atrás y plantar algo que pueda florecer, sin necesidad de grandes cuidados, una planta que exista y crezca solo por su ser.
¡Y llega el terrible otoño! Encontrándome de nuevo en la realidad de mi soledad, cayendo las hojas de mis pensamientos recurrentes, sin poderlos plasmar; repitiendo el ciclo de mi soledad, por el transcurrir de las estaciones que no terminan de pasar, desvaneciendo mi mente, en un constante pensar que no tiene final.