Nancy: la cuenta regresiva casi llega a su fin;
nuestros deseos están a punto de hacer ignición:
el cohete de nuestros sueños va a ser lanzado
al espacio exterior.
Quiero que comprobemos la tercera Ley de Newton
cuando a la fuerza de mi empuje sobre tu intimidad de rosa
se oponga la fuerza de tus movimientos de cadera,
de igual magnitud, pero en dirección opuesta,
en perfecta sincronización.
Somos un par de fuerzas dinámicas en ebullición:
mi acción y tu reacción forman una interacción exacta
con nuestros cuerpos en movimiento.
Somos ecuación fundamental del movimiento:
el vaivén de la penetración.
La fuerza de rozamiento será de gran envergadura,
igual a la variación de la cantidad de nuestros movimientos.
La velocidad y aceleración de nuestros orgasmos liberarán
la presión de nuestros fluidos, largamente contenida;
el gasto energético será compensado con el combustible
líquido emanado de nuestros cuerpos sudorosos…
porque creo que al fin he logrado vencer la resistencia
aerodinámica de tu corazón.
¿O estoy equivocado? Dime que no, por favor.
Porque Newton no lo estaba.