Dejar de buscar a Dios en el exterior y descubrir que estaba allí en nosotros, esperándonos en nuestro propio corazón con su infinito potencial. Si el único partido que tomáramos fuera a favor del ser humano y nuestra única religión, la del amor y nuestro único método, el de la hermandad, descubriríamos que cada cosa, cada evento es un maestro con el alma como aprendiz... ¿Y si nos bajáramos de los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo de una vida repetitiva y nos inventáramos la vida y regresáramos a la inocencia y ésta no fuera una inocencia ingenua, sino consciente?
Entonces, volveríamos a ser como niños, porque el Reino de la inocencia es el Reino de los Cielos y él está en nosotros y es un templo de relaciones…
¿Y si miráramos al dolor y la enfermedad como un Maestro? ¿Y si aprendiéramos la lección y más allá de la culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y con esa levedad ascender?
Hay seres humanos que creyeron en imposibles y los realizaron. Ahí están Ghandi, Simón Bolívar, la Madre Teresa… Ahí están con la desnudez de su autenticidad. No tuvieron más escudo que su conciencia del amor y su corazón abierto. Soñadores de imposibles que nos demostraron que los imposibles se realizan cuando creemos en nosotros.
Colaboración de Mandrade
Chile