Ha pasado mucho tiempo desde que nuestro mundo colapsó y desde entonces, hemos vivido en paz y armonía para siempre.
Todo comenzó con la guerra en el medio oriente, el terrorismo comenzó a causar estragos en todo el mundo, las familias de Osama Bin Laden planearon vengar su muerte. Estados Unidos comenzó el ataque con todas sus fuerzas.
La comercialización mundial fue decayendo paulatinamente, hasta quedar todo el planeta en la más completa ruina. Debido al feroz ataque de los Estados Unidos, se originó una Tercera Guerra Mundial, interfiriendo Rusia y las potencias más poderosas de todo el mundo. Los países del medio oriente, al verse superados en el ataque, no tuvieron más remedio que iniciar una terrible guerra química y posteriormente, comenzaron a envenenar las aguas.
Así, las personas empezaron a morir por diferentes causas: algunas por gases tóxicos disueltos en el aire, otras por falta de alimentos y enfermedades nuevas y mortíferas. Por lo tanto, todo tipo de vegetación comenzó a perecer, los animales que a su vez se alimentaban de ella y los carnívoros que se alimentaban de los herbívoros; generándose un desastre ecológico irreversible. De este modo, el mundo entero se convirtió en un caos total y ese fue el principio del fin.
Los supervivientes se refugiaron en cavernas subterráneas, producto del aire envenenado. Sin embargo, morían deshidratados por la carencia de agua pura y desnutrición por falta de alimentos. Sólo en algunos lugares de las cavernas brotaba agua limpia y purificada pero era de difícil acceso y solamente unos pocos pudimos conseguirla para sobrevivir.
Por otro lado, las grandes potencias del planeta se estaban destruyendo unas a otras. Debido a las innumerables cantidades de virus y bacterias, los hijos de la siguiente generación nacían defectuosos y con severos retrasos mentales. Es posible que solamente la mitad de la población mundial hubiera sobrevivido a esta horrible tragedia.
A pesar de eso, los supervivientes salían de vez en cuando de sus refugios a la superficie en busca de comida con máscaras especiales facilitadas por el gobierno pero sólo encontraban algunos insectos y artrópodos como única fuente de alimentos. Los gases tóxicos a baja altura son menos nocivos y afectan en menor medida a los animales que se encuentran allí.
Sin embargo la hambruna era incontrolable, las personas peleaban y se agredían mortalmente por un poco de alimento. Sólo los más adinerados tenían mayores probabilidades de sobrevivir ya que al momento de iniciarse la guerra, aprovecharon la oportunidad para cerrar las grandes fábricas y tiendas de comercio, almacenando gran cantidad de víveres en sus refugios subterráneos.
Mientras tanto, en el Medio Oriente, continuaba la feroz disputa con los Estados Unidos y el resto de los países. Fue entonces cuando comenzaron los grandes saqueos. Las fuerzas armadas salían a las calles protegidas con equipos anti-gas, disparando a muerte a quienes provocaran disturbios y desórdenes de todo tipo. Lo peor estaba por venir.
De pronto, Rusia realizó un brutal ataque contra los Estados Unidos de América con una poderosa y devastadora bomba atómica, interceptando en gran medida la falla de San Andrés, lo que provocó un gigantesco terremoto de monstruosas magnitudes que sacudió la tierra por completo. El impacto fue tan violento que la enorme vibración provocada por éste aceleró la actividad volcánica, colapsando y haciendo erupción en cadena, seguido de un tsunami de dimensiones titánicas y obligando a salir a todos los individuos de sus refugios subterráneos para evitar morir aplastados.
Todo terminó en un inmenso cataclismo, convirtiéndose la tierra en un verdadero infierno. Muchas personas optaron por quitarse la vida al presenciar esta gran catástrofe. El planeta entero rugió como una colosal bestia apocalíptica, comenzó a agrietarse y abrirse cada vez más. Los gigantescos rascacielos y edificios se desmoronaban como si fueran de arcilla, el mar se transformó en un verdadero león enfurecido, el inmenso tsunami cubría la mitad de las montañas azotándoles salvajemente y la enorme cantidad de lava que violentamente despedían los volcanes, convertía todo el planeta en un lugar infernal, dejando rastros de muerte y destrucción a su paso; convirtiendo en cenizas cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Era algo aterrador, como sacado de una película de ficción. Algunos individuos quedaron en estado de shock, otros simplemente caían muertos por el impacto. Muchos humanos sucumbieron ante este colosal holocausto: algunos aplastados por casas, árboles o edificios, otros en cambio, corrían envueltos en llamas emitiendo horribles gritos de dolor. Por esa razón, poblaciones humanas enteras quedaron sumergidas bajo las aguas. Definitivamente era el fin. No quedaba más alternativa que doblar las rodillas y orar por nuestras vidas.
Fue casi en ese mismo instante, cuando alguien gritó ¡Miren hacia el cielo! ¡Era algo totalmente increíble! No podía ser verdad lo que presenciaron nuestros desorbitados ojos, era imposible que fuera real pero se trataba de una gran flota de objetos no identificados. El firmamento entero se cubrió de ovnis e incluso salían de los volcanes aun en erupción.
De pronto, cuando creímos haberlo visto todo, de las profundidades del mar comenzó a emerger algo gigantesco y colosal parecido a una gran fortaleza, casi del tamaño de una isla que para nuestra sorpresa, se trataba de una enorme nave nodriza, de la que salían otras más pequeñas ¡Era irracional! ¡Imposible! Estábamos frente a una gran... ¡Invasión extraterrestre!
Era difícil creer que fuéramos protagonistas de un evento sólo visto en películas de ciencia ficción e incluso llegamos a pensar que podíamos estar soñando. Sin embargo, la impresión fue de tal magnitud que muchos de nosotros quedamos petrificados: algunos corrían desesperadamente y otros simplemente caían al suelo desvanecidos. De pronto, dejaron caer una especie de rayo color púrpura y comenzó una abducción masiva de seres humanos frente a nuestros propios ojos.
Mientras, en el interior de nuestras mentes, se fijaba un poderoso mensaje telepático comunicándonos que venían en son de paz y que nos rescatarían. Nos informaban de que provenían de un universo distinto al nuestro y en ese momento, de la inmensa nave nodriza, se abrió una especie de compuerta de la que salió un ser casi idéntico a nosotros, de larga cabellera color oro y de ojos de un azul muy intenso, con una extensa túnica blanca que le llegaba hasta los pies.
La única gran diferencia era su tamaño, superaba los tres metros de altura. Probablemente se trataba de una clase de líder, poseedor de un poder mental extraordinario. Bastó que clavara su penetrante mirada en nosotros para dejarnos en un completo estado hipnótico.
Después de este inusual incidente, no pudimos recordar nada más y cuando abrimos los ojos, nos encontramos dentro de la gran nave con todos los demás supervivientes. ¡Estábamos todos estupefactos! Era algo incomprensible: viajábamos en el espacio con seres de otros mundos que llevaba consigo una flota de artefactos voladores con media humanidad dentro. Solamente teníamos dos opciones: volvernos locos o simplemente mantener firme nuestra fe hasta el final.
Durante el viaje en la gran nave, muchos de nosotros continuamos en estado de shock, no podíamos aceptar lo que estaba sucediendo. Sin embargo, poco a poco cedimos a la resignación, encomendando las vidas a las manos del todopoderoso. ¡Era inverosímil! Viajamos en el tiempo por agujeros negros a una velocidad superior a la de la luz, atravesando galaxias y constelaciones jamás vistas por humano alguno.
Al parecer, poseían una tecnología extremadamente avanzada, ya que sus artefactos voladores, estaban hechos de una extraña mezcla de metal con tejido vivo, probablemente a base de células que podría reconstruirse a voluntad. Nos encontrábamos dentro de gigantescas cúpulas que contaban con el oxígeno necesario para poder subsistir. Eran una gran resistencia, fabricadas de un material desconocido parecido al cristal pero de una extraña consistencia. Cuando apoyábamos las manos, se deformaba como si fuera una especie de goma transparente que regresaba a su estado inicial.
Estas extrañas cúpulas, estaban situadas en la parte intermedia de la nave, desde donde podíamos observar todo el espacio y al mismo tiempo, la parte frontal de ésta. Igualmente, el techo y la parte inferior de estas cúpulas también estaban hechos del mismo material transparente. Era tremendamente ilógico imaginar la capacidad intelectual que poseían para crear semejante tecnología. Aun no estábamos seguros de si era una fantasía o una increíble realidad la que estábamos presenciando.
Sin embargo era todo muy extraño: no sentíamos hambre, sed, frío ni calor en el interior de la gran nave. Por dentro, era muy luminosa y no se podían ver con exactitud los controles de ésta ni cómo la manipulaban. Sólo se divisaban espacios vacíos, es probable que la operaran únicamente con su mente.
A pesar de todo, era triste y nostálgico abandonar nuestro moribundo planeta ya que éste había sido el hogar de muchas generaciones de humanos y todo tipo de seres vivos. Un lugar con miles de millones de años de evolución, triturado y destruido por la codicia, ansias de poder, salvajismo y aberración humana: guerras, belleza, ciencia, historia, genios y arte. Todo esto era nuestro mundo y ahora no era más que un cadáver esférico, sepultado en los oscuros y eternos abismos del cementerio cósmico.
Durante nuestro fantástico recorrido por las galaxias, se comunicaban telepáticamente con nosotros para indicarnos que “todo planeta debe vivir en paz para poder prosperar y tratar de proteger en gran medida todos los recursos naturales de cada mundo, ya que al igual que nosotros, ellos poseen un alma propia”. Por lo tanto, también nos transmitían que conocían todos los “secretos del universo” y que el amor era la energía más poderosa y la clave de todo.
También nos decían que nuestro planeta, hace ya mucho tiempo, se había destruido. Era algo realmente extraordinario, ya que solo habían pasado minutos desde que abordamos la nave para evacuar la tierra, distorsionándose el tiempo y el espacio.
Aun así, observándolos impresionados desde las cúpulas; descubríamos que eran capases de desplazarse libremente, por toda la nave, teniendo la sorprendente facultad de atravesar la materia a voluntad. Trasladándose y apareciendo de un extremo a otro, dentro de la gran nave, como por arte de magia.
Sin embargo, cuando intentábamos dormir, se introducían en nuestros sueños, recorrían el intangible sendero de la conciencia para entregarnos valiosos conocimientos del alma y los grandes secretos del cosmos.
¡Era fantástico! Habíamos recorrido muchas constelaciones y galaxias jamás descubiertas, en sólo unos cuantos minutos, viajábamos a través de sorprendentes agujeros de gusano por el espacio-tiempo, atravesando poderosos campos gravitacionales y magnéticos, visitando extraños sistemas solares con mundos habitados por otra clase de vida inteligente, descubriendo misteriosos universos conformados únicamente por anti-materia, con planetas igualmente anti-materiales.
A medida que seguíamos avanzando, poco a poco nos acercábamos a un sistema solar similar al nuestro pero con planetas distintos, excepto uno en particular, que era prácticamente idéntico a la tierra pero muy superior en tamaño. La gran nave se dirigió hacia él para descender y tocar tierra firme.
Todos los supervivientes, mujeres, niños y ancianos, bajamos lentamente de los artefactos voladores, observando con gran asombro el lugar. Este nuevo planeta ¡Era maravillosamente hermoso! Al igual que nuestro mundo, estaba rebosante de vida. Contaba con un inmenso océano, bellos lagos, ríos fantásticos e imponentes y azules cordilleras. Los animales solamente eran vegetarianos, muy parecidos a los de la tierra y con las más variadas especies, no existían carnívoros que los acecharan.
Poseía esplendidos valles, montes, cerros y preciosos bosques, todos ellos de un intenso color verde. Las ramas y troncos de los árboles tenían un encantador tono acanelado, acompañados de maravillosas cascadas y riachuelos de aguas cristalinas como espejos. Todo el paisaje estaba adornado por una inmensa alfombra de frágiles y delicadas flores de los colores más vivos, radiantes, mágicos, realmente bellos y hermosos; sacadas del sueño más fantástico y profundo. El lugar entero transmitía una paz infinita y el escenario completo era digno de la más perfecta obra de arte. Definitivamente, era un verdadero paraíso terrenal.
Frente a nosotros se mostraba una extraordinaria y majestuosa ciudad, sacada de la más vasta imaginación que para nuestra sorpresa, por su estilo de construcción y diseño, era muy similar al de los sumerios, egipcios y aztecas. Sus calles brillaban con un radiante color oro en donde el sol reflejaba su imponente rostro. Había grandes templos con formas piramidales, con cubiertas de cristal, oro y plata.
Finalmente, cuando el último de nosotros pisó tierra, comenzamos a reunirnos todos y a continuación, bajaron estos enormes seres venidos de las estrellas, dirigiendo su profunda mirada hacia nosotros y mentalmente nos dijeron: “aquí estaréis a salvo por mucho tiempo, prosperad y multiplicaos, llevad una vida plena, regíos según las leyes del Universo. Ahora debemos irnos porque nuestra misión ya está cumplida”. Después de este ultimo mensaje, abordaron sus respectivas naves, elevándose y con la velocidad de un rayo desaparecieron perdiéndose en el azul y gran firmamento.
A pesar de todo, nos encontrábamos tan asombrados, perplejos y atónitos que ni siquiera tuvimos tiempo de agradecerles a nuestros salvadores. Era un bello y hermoso día, tal vez el mejor de nuestras vidas. Si se hubiera tratado de un sueño, no hubiéramos querido despertar jamás. Nos miramos unos a otros y por un momento, sentimos una gran paz que nos inundó el alma. Quizás, el oscuro espectro de la muerte y el sufrimiento, ya no dañaría jamás nuestros frágiles corazones. Emocionados y con el rostro bañado en lágrimas, nos desplomamos y caímos de rodillas al suelo, agradeciendo al todopoderoso esta segunda oportunidad.
Fue en ese mismo instante, cuando se escuchó una voz avasalladora, universal y eterna, que brotaba por todos los rincones y espacios posibles, que todo ser del inmenso cosmos podía escuchar y comprender. Esta voz decía lo siguiente:
“Los inocentes que murieron están en mi reino, mi ejército de ángeles ha cumplido mi palabra, ésta es la tierra que les prometí, ámense los unos a los otros, como yo los he amado”.
Desde ese día, nunca más corrió una lágrima por las mejillas de los seres humanos, logrando ser felices por toda la eternidad.
Colaboración de El último filósofo
Chile