La imposibilidad de vivir, aun cuando por el dolor se recuerda constantemente que lo estás...
Oculto bajo sí mismo, la apariencia del cadáver que lo expone al mundo; las cadenas que bajo su piel lo encierran en el color negro, en la oscuridad y le susurran pequeñas frases de seguridad: "la realidad embrutecida de cabrias emociones saltará a su lecho bajo tu cuello en cuanto me dejes, las espinas que atraviesan tu humanidad, desangrándola a cada momento de realidad, nos alimenta a ambos, soy lo único que eres".
Sin ti el vacío me consumiría, el vacío que siento en cada intento de conexión, más hondo, intento de conexión donde la esperanza, portadora de cretinismo, jala de las cadenas enterradas en mi pecho, creyendo cada vez, creyendo que lo que alguna vez pudo ser real, lo que es real para tantos otros, para mí sólo está un paso por detrás de alguna oscura esquina, detrás de algún luminoso momento; luz que quema, que se mete bajo tu piel y quema los nervios, que me quema.
Porque aunque creo, no es. Nunca lo va a ser. Lo sé y no lo entiendo. Creí que el peor dolor fue cuando lo supe, cuando por fin me di cuenta. Tal vez con el tiempo podría dejar de sentir, pero no, no, no, no tengo, no te tengo. Pequeño humano, caíste en el fondo oscuro de la realidad, de tu realidad, de tu gran e inexistente vida. Pedazos arrancados de ti sin mayor proporción que la de dar alimento a desgraciadas alimañas que sólo son, siempre van a ser, nunca se darán cuenta, que son: humanos.
Memoria inútil, me haces olvidarme para mantener esta existencia.
Esperanza inútil, me haces llenar mis vacíos con frío metano caliente.
Vida inútil, me haces ser inútil... completa e impotentemente inútil.
NUNCA. LO SABES.
Colaboración de R. Antonio V. Díaz
Colombia