Era un año menor que yo, tenía un rostro risueño, me llamaba mucho la atención. Ya han pasado muchos meses desde la última vez que le vi, hoy en día sigo mirando el pasado, las fotos, las carcajadas, los buenos y malos momentos que pase con él.
Cuando se fue, el resto del verano lo pasé muy mal, duele que se vaya un amigo al que ibas conociendo y sentir un vacío extraño y confuso. He sabido guardarme los buenos momentos, esos que te pasan por la cabeza y te hacen pensar en la persona que ya no está contigo por diferentes motivos.
Sigo pasando por su portal, vivíamos a pocos metros de distancia el uno del otro. Claro que a veces me daban ganas de llamar al timbre.
-¿Por qué llamar si no iba contestar nadie?- Esa era mi pregunta estúpida en esas situaciones pero con el tiempo me fui acostumbrando, nadie iba a contestar por él.
Era un amigo bastante frío y serio, combinaba con mi forma de ser, por eso me hice amigo suyo, es difícil encontrar a alguien que te entienda, que te respete como persona y que te aprecie con el alma, como él solía hacer.
Los primeros días no coincidíamos con nuestras formas de pensar, él tenía sus opiniones y gustos y yo los míos pero nos fuimos conociendo y así, creamos un gran lazo de amistad.
Cada uno ayudaba al otro, nos defendíamos de todo lo malo que nos podría haber sucedido, en cualquier momento, éramos como imanes, como almas gemelas. El amor no influía en la amistad. Me acompañaba en todo, como la soledad, enfados o incluso peleas.
Alguna que otra tarde solíamos ir a un sitio muy tranquilo a desahogar nuestras penas, hablar de algunos temas concretos como el amor o la chica que nos seducía a cada uno. Eso sí, a veces nos gustaba la misma chica y decíamos:
- Si no lo consigues tú, lo hago yo.
- ¡Pero a mí me gusta más!
Así repetidamente hasta que uno de los dos se adelantaba a por lo que quería.
Era complicado tener novia a esas alturas, pero el tacto y el amor de una chica era lo más bonito que me podía pasar. De vez en cuando, recibir cariño y ternura era lo más bello. Desde entonces tuve que dividir la semana para tener tiempo para los dos, para que ninguno se enfadase conmigo. Aunque los dos sabían escucharme, solo uno de ellos, podría entenderme. Cuando no comparto rumbo con nadie.
Cuando salía a la calle, sentía una soledad extrema, nadie estaba ahí para apoyarme porque los amigos que tenía, algunos acabaron haciendo estupideces o con las malas influencias, pero es la desventaja que tiene esta sociedad, que nadie se preocupa de los demás. Seguramente te parecerá una tontería lo que digo, pero…
¿Qué harías tú, sí tu mejor amigo se va? Intentarías buscarte otro, pero no sería lo mismo porque todos somos diferentes y únicos. He llegado a tener un amigo igual que él, pero me siento extraño, porque él no hace lo mismo, hace distintas cosas, pero debemos dar tiempo al tiempo.
A cada uno le gustaba hacer diferentes cosas, pero fusionando nuestros conocimientos, conseguíamos tener la fuerza de dos en uno. Decidí enseñarle el arte de la música, le invité a que compusiera alguna letra y con toda la fuerza de la confianza, lo consiguió.
Al principio cuesta adentrarse en la letra, la voz, el estilo y millones de cosas como músico, hicimos una canción bastante vieja, fue nuestra primera experiencia juntos, yo ya tenía esa ilusión desde siempre. Pero él se dio cuenta que hacía mejores cosas, como patinar.
Poco antes de haberse ido, vino a mi casa para enseñarme un monopatín, para mí era extraño, nunca me interesó ese deporte, hasta que me entró tanta curiosidad que decidí comprarme otro.
No era fácil mantener el equilibrio en una tabla con cuatro ruedas, pero tras meses y meses patinando juntos, logramos la estabilidad en ello. Era muy divertido, las risas, los golpes y las caídas. "Si te caes te vuelves a levantar" con esa intención y fuerza de voluntad, conseguimos tener lo básico.
Sigo patinando solo o con algunos amigos, es complicado patinar sin tu compañero, me entra más perseverancia y motivación saber que empecé algo nuevo con un amigo que es testigo de la distancia.
Pensamos en un futuro. Siempre hablábamos de nuestro futuro como tener coche, alquilar un piso: dos habitaciones, una sala de estar, cocina, y por último un baño. Si todo sale bien, nuestros planes irán 100% perfectos. Pero nos olvidamos de que el trabajo era lo principal para tener todo eso, para pagar todo y no tener multas, embargos, etc.
De lo que ganábamos en nuestro trabajo, cada uno debería poner la mitad y lo que sobrara, lo gastaríamos en sitios y zonas de ocio, aunque lo dudo. A ninguno nos gustaban los recintos con tantas personas, no somos anti-sociales, solamente que nos gusta estar tranquilos y aliviados en un sitio en concreto.
Es suficiente. Creo que ya conté todo lo que tenía que contar, me siento bien y satisfecho, así que ahora le escribiré una carta a ese gran amigo protagonista de este escrito.
Querido amigo:
Quería decirte que te añoro mucho, que ya sabes que la amistad nunca se rompe y que la distancia nunca fue la peor piedra del camino.
Espero verte para que me cuentes tu experiencia en tu país, en tu pueblo, en tu ciudad, en donde sea que estés. Pero también te contaré los momentos buenos que estoy pasando y los malos, para ver si eres capaz de ayudarme.
Espero que sigas patinando, espero que sigas llevando la cabeza alta y la confianza atada al cuello. Supongo que allí será más fácil comerse un rosco, tú tan solo dices "Vengo de España y tengo buenas virtudes" y así te aseguro que encuentras a tu otra mitad. Ya sabes cómo va el amor, si ves que ella es única, hazla sentir única siendo sincero y noble.
Bueno, sé que las líneas son escasas y llamar de aquí a tu país cuesta mucho dinero, pero pagaré lo que haga falta para escuchar qué voz tienes, para ver si sigue siendo aguda o si tus cuerdas vocales han madurado.
La distancia separa cuerpos, no almas
Colaboración de Lucas Garcete
España