Que si un día me levanto sin pensamientos, o si los pensamientos son tan disímiles y escurridizos que no me dejan pensar realmente. Que si un día me doy cuenta que no tengo un pensamiento lógico; y que si alguna vez pensé que podía ser un pensador.
Por ahí me habría ido mejor si interpusiera la vida entre mis pensamientos y yo; quizás, en ese caso, dejaría de sentir tanto para pasar a ser un hombre de ejercicio, un hombre de acción, un hombre valorable, un hombre socialmente aprobable. O tal vez no me animé (¿hasta ahora?) a acomodarme en este personaje pensante que soy, un pensador sin un pensamiento estrecho, sin una idea locuaz, aunque un tipo hablador.
Puras palabras, puros pensamientos. Ahora no sé que pensar. Las ideas no se aclaran con el avance de los años; por el contrario, quedan impregnadas, cada vez más, en la duda, en la incertidumbre. De a poco la gente comienza a alejarse de mí, de mis ideas, de mis inquietudes. La familia comienza a tomar una importancia consciente; consciencia que me lleva a tener nuevas inquietudes. Empiezo a darle una real importancia al vínculo afectivo-sanguíneo de la familia que me permite estar, aunque sea por un rato, resguardado, y hasta cuidado, aun sabiendo que no es el tipo de cuidado que estoy buscando, pero lejos de quejarme, lo tomo como un cuidado al fin y al cabo.
Por momentos tengo ganas de agradecer, en otros de exigir, y en algunos instantes me doy el lujo de odiar. Es probable que esa combinación explosiva de sentimientos, emociones y deseos me lleven al orden momentáneo de mis necesidades. No quiero ver sufrir, supongo que me preocupa más el sufrimiento ajeno que el propio, aunque reconozco que no estoy cómodo con mi soledad, con mis pesares. Sueño con volver a nacer, posiblemente ese sea un síntoma de enfermedad irremediable, por lo menos mientras ése (síntoma) sea el vigente. ¿Tendré que cambiar el síntoma, o los síntomas son la consecuencia de mis pesares? De una u otra manera, no estoy cómodo con mi camino recorrido.
Más bien creo que el camino no fue el correcto, pero aunque suene paradójico, siento que no elegí mi propio andar. Siento como si estuviera en un lugar intermedio entre lo humano y lo inverosímil. Aunque si un ente inimaginable (por los humanos) me preguntara en dónde me ubicaría más precisamente, supongo que me inclinaría hacia lo segundo, hacia lo desconocido inclusive por mí mismo. Es como si lo oscuro fuera más apropiado para definirme. La prueba más fiel es mi desarraigo; exhausta y a la vez exhaustiva búsqueda hacia algo que no encuentro, algo que ni siquiera se si tengo que buscar, o peor todavía, algo que no sé si existe para ser encontrado. Por esto es que las puertas hacia una respuesta complaciente se ven más cerradas que abiertas, aunque me sienta mejor entreabiertas. Al final del día viene la noche, y luego vuelvo al comienzo; sin poder despertar del todo aunque muy despierto pero tampoco habiendo dormido lo suficiente.
Colaboración de Sujeto a Mariano
Argentina