En el seno de mi alma una dulce quietud
se difunde embargando mi ser.
Es una calma infinita que sólo podrán
los amados de Dios comprender.
Paz, paz; cuan dulce paz es aquella que el Padre me da.
Yo le ruego que inunde por siempre mi ser
en sus ondas de amor celestial.
PAZ, CUAN DULCE PAZ
Colaboración de José Rodrigo Sánchez
Hernández
México