Déjame atraparte en las colinas, tomar de tu miel ácida y vivir
sólo una vez, atrapar la luz que cae en la tarde de un corazón
quebrantado y observar sus latidos.
Encontrarme solitario en casas abandonadas, y te aferras a mí
dándome tu calor de éxtasis.
Atrapé la tarde más tarde del mundo, y la hice mía, le di un
nombre, la amé con amor de cielo, rompí sus cuerdas y desvanecí
sus momentos inertes.
Sólo quedan en su mente sombras de no nacer, viejas cosas que
encierran los recuerdos y se tienen o no pero están
palpitando sin reservas, y yo soy un recuerdo, un recuerdo mío y tuyo
y tú eres un recuerdo, un recuerdo olvidado.
Queda un deje de nostalgia que en cada momento aparece sin que
pueda entenderlo, está escondido en el rincón más profundo
y late con vida propia, dejando al descubierto todo lo que uno
trata de esconder.
Y me escondo de mí mismo, pero aflora en mí, está tan presente,
tan consciente en mí que es parte de mí esta melancolía de vida.
Colaboración de El-sirio
Argentina