Un alma que lenta se muere
en los brazos de la soledad;
un corazón que ya no tiene
aquello que supo tanto amar.
Una lágrima que se desprende
dejando al caer su humedad;
un recuerdo de lo ausente
que ausente aun sabe perdurar.
Un reloj que no se detiene
el tiempo que todo deja detrás;
por el amor que ya no vuelve
mis ríos de pena fluyen en su mar.
Un silencio entre cuatro paredes
caricias que aprenden a volar;
aquí atrapado entre sus redes
mis labios sedientos no pueden besar
Lejos, tal vez lejos para siempre
aquí sin poderte ver ni tocar;
aquí mi alma lentamente se muere
y yo aquí sin poderte olvidar.
Colaboración de Jorge Amarillo
Argentina