Aquella tarde desnuda y desmelenada,
en mi hamaca gozabas y cuando en tu cuerpo entraba,
los ojos cerrabas, tus labios desplegabas,
las piernas separabas, contra mis caderas las tuyas apilabas.
Esa tarde encontré las caricias que anhelaba,
dichoso estaba ya que en mis brazos arrullaba
la mujer que a mi alma enamoraba y mis sueños alimentaban.
Una y mil veces en ti entraba, mi excitación se acrecentaba,
tu sexo por el mío se empapaba,
cómo lobo por ti aullaba, las piernas sobre mis hombros descansabas
y cada vez que en tu mansión ingresaba,
dulces gemido de tu garganta escapaban.
Yo por nadie me cambiaba
ya que la vida una tierna sonrisa me regalaba,
deliciosa la forma que a este negro te entregabas
y sólo en amar pensabas.
Colaboración de Akim Bolaños
Colombia