Hagamos como si la muerte no fuera nuestro dueño,
como si los días fueran más que mariposas,
como si se quedaran –tatuajes– posadas en nuestras manos
para no olvidar ni un instante de lo que vivieron juntas.
Hagamos como si su corazón no estuviera ausente
de los misterios de la vida, que no sabe permanecer,
como si sus pupilas aún reflejan los destellos de los atardeceres
sobre las gotas de agua que salpican de las palomas de las olas.
Hagamos como si recién viene del colegio con su algarabía diaria,
de regreso a casa, repitiendo los chistes de sus compañeros,
como si sus pasos aún palpitan en los sonidos del día
y en la brisa nocturna después de la cena.
Hagamos como si nuestro entendimiento lo comprendiera
porque, del día a día, sólo nos pertenece la fe, que es la vida misma,
y, de los hijos, sólo nos pertenecen los recuerdos de sus sonrisas
extendidas sobre el manto tejido de hilos que no son nuestros.
… Recordando a Marielos y a Grettel, su hija que partió temprano
Colaboración de
Anais Villalobos
Costa Rica