Mi dulce pequeña Natalia, mi gran alegría, son tus manitos tibias y tus ojos luminosos, los que me llenan de alegría...
Muchas veces siento que he fallado y que tú, no mereces mis desencantos, no mereces escuchar mis gritos...
Realmente debo cambiar, el ser impaciente venda mis ojos y no me permite ver que eres la personita que hace latir mi corazón, eres quien siempre olvida lo malo y me expresa con grandeza el amor que me tiene, eres mi bebé y siempre lo serás...
Te amo y por todo este amor, debo ser la madre que debe darse cuenta que llegó el momento de cambiar y ser una gran mamá.
Colaboración de Patricia Osorio Rosales
Chile