Sus frases nunca me hirieron
y siempre me consolaron
heridas que otros abrieron
sus blancas manos cerraron.
Aun cuando pensaba tanto
tan bueno conmigo era,
que hasta me ocultaba el llanto
para que yo no sufriera.
Con su infinita ternura,
mi más intensa amargura
supo siempre consolar.
Y que bueno no sería,
que al morirse, sonreía
para no hacerme llorar.
Colaboración de Aniaa Payares
Colombia