Una tarde le pregunté a mi pequeña traviesa,
la niña de mis ilusiones, la dueña de mi querer,
la que me endulza con su sonrisa cada mañana
la abejita feliz que lleva a mi corazón la miel,
¿Cuánto me amas? y ella respondió extendiendo
sus pequeñas y delicadas manos: ¡Hasta diez!
enseguida dibujó con sus labios esa sonrisa
que cada vez que la miro, me hace estremecer.
Luego me sorprendió preguntándome lo mismo
¿Cuánto me amas? y para darme a entender
le dije: Te amo mi princesa ¿Quieres saber cuánto?
con los dedos de las manos y los dedos de los pies,
¡Hurra! Ella brinco de alegría, luego me abrazó
y después un breve silencio… éxtasis… sueño. No sé.
Un profundo sentimiento se apoderó de mí
duda, tristeza, melancolía, temor, un no sé qué…
que me hizo imaginarme que llegaría el día,
¡oh ese terrible y negro día! que la iba a perder,
que convirtió al instante mi sueño en pesadilla,
por un momento creí que iba a enloquecer,
pero luego recordé que los hijos son prestados
y no puedo hacer más que amarla y verla crecer,
hasta que llegue ese día que se aparte de mi lado
volando como ave feliz con rumbo al atardecer…
Otro breve silencio… su voz cálida vino a mis oídos…
yo estaba llorando, ella riendo… desperté.