En una esquina de una gran ciudad, llega un joven que en su mirada reflejaba mucha ilusión, ganas de vivir y muy enamorado, al igual que la rosa roja que iba en su mano derecha y en su mano izquierda una carta, la cual estaba arreglada cuidadosamente.
Al poco rato de su espera llega una joven muy hermosa. El joven la saludó con mucha alegría, mientras trascurría la platica de los dos jóvenes enamorados, la mirada del joven comenzó a ser triste.
Unos segundos después agachó su cabeza, mientras ella se
retiró velozmente para no verlo, la gente que iba pasando se percató
del problema. Al rato de estar pensando alzó la mirada y salió
corriendo hasta un callejón en donde comenzó a llorar, al
poco rato apareció una niña de mirada muy tierna, se le
acercó al joven y le dijo: “Señor ¿Por qué
llora?”.
Lo que el dijo: “Lloro para ver si así olvido por qué
lo hago, para ya no ver su silueta, para odiarla, para ya no amarla y
porque soy un imbécil al ver que solo estaba jugando conmigo, que
no sabe que sin ella no se vivir, que es todo, que es mi mundo, es mi
porque”.
En ese mismo momento metió su mano a su bolsa y sacó una pistola, la niña intentó impedir que no se matara pero él le dijo: “Nena yo ya morí desde hace rato, camino por caminar, no tengo sentido alguno para seguir adelante”.
Mientras él seguía llorando por un amor que lo abandona a su destino, apuntó hacia su cabeza y cuando iba a jalar del gatillo, cayó desmayado, y aunque él no se había matado seguro el clima lo haría, ya que era una noche muy fría, la niña entendió y por eso únicamente se ocupó toda la noche limpiando las lágrimas.
Aunque se había desmayado, de seguro soñaba con ella porque seguía llorando. La niña después puso en sus piernitas la cabeza del joven, para poder limpiarle mejor las lágrimas y así pasó toda la noche.
Al día siguiente, pasó una patrulla y se percataron los
policías de que habían dos cuerpos, entraron al callejón,
al entrar se dieron cuenta que el joven ya había muerto y le preguntaron
a la niña, lo que ella contestó fue “de un amor que
no lo supo comprender”.
Colaboración de Gerardo
México