Estaba en el vaivén rutinario de mis días
moría la tarde, entre a un cyber
a limpiar mi correo que ya estaba en rojo,
cuando vi un nombre, inesperado, escondido...
un nombre que revolvió recuerdos, anécdotas,
presurosa, lo abrí, eras tú,
eras tu mi viejo amigo, el de mi primer empleo,
mi primer relajo, me decías que habías leído un escrito
mío,
seguramente el que me publicaron aquí, en tu breve espacio, es
increíble,
te trajo un poema a mi, gracias amigos, por haberme tomado en cuenta,
gracias, porque me reencontré con un viejo amigo,
al que conocí hace 17 años, y no veía desde hace
siete.
Pero el tiempo no borra el amor, ni el aprecio,
cuando están arraigados en el alma y en el corazón,
podrán pasar años, pero el nombre queda sellado, y lleno
de amor.
Colaboración de Nilde Mendoza
Venezuela