Se ve la sangre derramada en los campos de batalla, esa es la primera y más brutal de las imágenes de la guerra, no sabe tener compasión por el rostro del humano, no sabe medir sus propias consecuencias, avanza como un “Armagedón” dispuesto a arrasar el más hondo anhelo. Sí, la guerra brinda un panorama sombrío y hostil, carente de esperanza y de alegría, siempre es un horizonte plagado de dureza y aspereza, es la más cruel de las penumbras, ¡maldito el hombre que confía en ella! Pensemos cuánto ganamos con ella y cuánto hemos de perder durante su paso.
Más es increíble la manera de cómo se maneja y se desenvuelve, aparentemente señorial e imponente, más es hueca como el más grande de los ecos. Siempre se extravía el ser humano en ella, y nunca se gana en sus campos, sólo el olor de la sangre derramada, únicamente ese fétido y espeso olor a la nada. Aquí bien podemos decir ¿dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón? Cómo tomarte a ti la siempre dispuesta hacer tomada como la única posibilidad de remedir la vida de los desesperados, eres una respuesta eso es cierto, más una respuesta desoladora y desconsoladora, en ti se pierde todo camino, pues tus valles sólo son una capa de inmensos y lúgubres abismos.
En ti sólo existe la nada como respuesta, no te arrepientas de ello sólo tú puedes portar eso. Más ahora con humilde y opaca voz, soy capaz de decirte que no te queremos en ninguno de nuestros campos u hogares, no deseamos tu llegada por más que anhelemos el discurso de ser vencedores, no puedes entrar en la vida, aléjate de nosotros y da cabida al deseo más profundo de nuestro ser y existir.
Colaboración de Mariano
México