Conocido a lo largo de nuestra historia como un Dios, portador de las buenas y malas noticias, asociado con el futuro y la esperanza según los romanos y griegos, símbolo de pensamiento y memoria según Odín un dios nórdico, utilizado por los vikingos en las velas de sus barcos, esperando el aire la moviera de lo contrario la batalla a pelear sería perdida, símbolo de protección para los budistas y animal protector de los Dalai Lama; emblema de luz y representación del Dios del sol según los persas; esencia pura y guía de los muertos al otro mundo según los alquimistas; ave de mal augurio asociado a la traición, animal impuro, emisario que envía Noé junto con una paloma en búsqueda de nuevas tierras, emisario que no regresa al encontrar abundante comida, símbolo contrario de la paloma que si regresa trayendo consigo esperanza, según la biblia.
Ave de gran inteligencia, oportunista, con la capacidad de imitar sonidos de palabras con extrema claridad, malos padres, pero devotos de los ancianos a los cuales procuran alimentar y cuidar en sus últimos tiempos de vida. Para mi durante los últimos 32 años de vida un mensajero de desgracias de tristezas y de problemas, mensajero al cual en este episodio llamaremos “raven”, el sonido particular de este animal me podía generar dolor de cabeza, dar miedo, incertidumbre y hasta depresión, constante ave que se presentaba a las afueras de mi recamara que se conectaba a un balcón que era bellamente ensombrecido por varios árboles de gran altura, árboles en los cuales solía escuchar y ver esta ave graznar desde las 6 de la mañana hasta altas horas de la tarde; en días comunes cuando los primeros rayos del sol tocaban mi ventana y el sonido de “raven” era lo primero que escuchaba en ese día, entonces sabía de antemano que las cosas no estarían bien, esperaba con ansia, como un niño que espera su regalo de cumpleaños, la noticia o el problema el cual esta ave había anunciado con tanta anticipación. Fueron largos años en los cuales el miedo, dolor y algunas veces la rabia invadían mi mente y mi corazón al escuchar y ver esta ave en mi camino.
Era difícil el entender como un joven como yo, que fue criado por una madre y abuela profundamente católicas y llenas de fe, tenía más seguridad en las cosas negativas que el cuervo me decía, que en la fe que se supone tenía yo en ese Dios todopoderoso. Con el pasar del tiempo entendía que todos somos energía maravillosamente entrelazada por eventos y sentimientos, pero aun así no entendía la presencia de este animal en mi vida. Eran alrededor de las 5 de la mañana, tenía un camino algo largo por recorrer, aproximadamente una hora a pie de la casa donde vivía en la ciudad de “vista monte”, una pequeña y hermosa ciudad ubicada al sur de San Francisco en California, un sueno para aquellos que gustan de pequeñas urbes y que disfrutan de la naturaleza.
El frío de la mañana pocas veces se sentía ya que el calor que me generaba la caminata mantenía mi cuerpo tibio, era una época donde mi vida era todo menos lo que yo esperaba: un inicio nuevo, una tierra ajena, en una casa de extraños, un dolor de soledad y un miedo al futuro como pocas veces. Sin dinero y con grandes problemas en el trabajo al cual me dirigía en ese momento, trabajo en el cual conocí parte del resto de mi vida y me llevó a entender lo que hoy se y siento. Caminaba yo en línea directa sobre el Boulevard “Shoreline” lleno de negocios y vía de comunicación principal que dividía en dos la ciudad, el camino tenía altas y bajas como la vida misma, había tramos donde tenía que pasar por debajo de un puente, otros donde tenía que pasar por arriba y algunos donde simplemente tenía que caminar sobre el área designada para las bicicletas.
Antes de llegar a mi trabajo tenía que pasar por un puente el cual podía yo ver desde varios metros atrás. Este puente estaba encima del Freeway 101, era el último puente a pasar antes de llegar a mi destino. Ese día no tenía nada en particular era uno más, mi mente estaba preparada para llegar y empezar mi día de trabajo con una joven mujer que tenía todo en la vida menos “amor al prójimo”, una completa muestra de negatividad y mi más grande dolor de cabeza en esos días; unas cuantas canciones y una gran necesidad me hacían llegar cada día a ese lugar caminando por la Shoreline.
Minutos antes de llegar al puente, escuché un sonido que de acuerdo a mi creencia y memoria no eran precisamente las mejores señales. Un cuervo parado en el primer poste de luz, de los varios que había para iluminar el puente, el graznido de un cuervo que en ese momento yo lo vi como un ave de gran tamaño. El animal graznaba al mismo tiempo que inclinaba el cuello y su cuerpo parecía hacerse más largo. Sus alas se agitaban, no puedo negar que la primera impresión al ver al animal fue de miedo, era como si supiera que en ese momento entraba en un campo de batalla. Seguí caminando con seguridad pero con mucho miedo, al pasar el primer poste el cuervo abrió sus alas, siguió graznando y voló hacia mí, tratando de apresarme como si fuera yo un animal más pequeño que él.
El cuervo elevó su vuelo una vez más parándose en el segundo poste de luz amenazante y en pie de guerra. En ese momento el miedo invadió mi cuerpo y empecé a temblar, como un niño que tiene miedo ante el inminente castigo de su papas. Con miedo seguí caminando al segundo poste, la acción del cuervo se repitió una y otra vez, no podía correr, sentía que el cuervo se enojaría aún más y que no podría evitar su ataque. Dos postes antes de salir del puente tomé una tabla con la intensión de defenderme del cuervo, el animal llevó una vez más a cabo su ataque y no pude defenderme. Al salir del puente el miedo invadía mi cuerpo, no sólo era el saberme atacado por un animal sino las señales que este traía consigo. Mientras me alejaba del puente, el cuervo que estaba parado en el último poste gritaba con gran fuerza -como amenazante- a mi regreso.
Nunca más volví a tener una experiencia así. Durante los próximos años el encuentro con ese cuervo había parecido marcar una serie de acontecimientos poco positivos a lo largo de mi vida, y lo peor aún era que cada vez que yo veía un cuervo era seguro que eventos estaban por venir. Mi coraj, impotencia y hasta cierto punto odio, crecía hacia esa ave que sólo se presentaba en mi vida para anunciarme la llegada de eventos desafortunados. Han pasado casi 6 años desde entonces. He de aceptar que me había acostumbrado a la presencia de estos animales y el aspecto negativo que significaban en mi vida.
Eran pocos minutos antes de las 3 de la tarde, yo me encontraba sentado en la sala, en el sillón más grande el cual queda de frente a la puerta que da al balcón. La imagen de tres cuervos que se acercan al balcón llama de inmediato mi atención, la cual estaba ocupada intensamente con el televisor. Dos de los cuervos se paran en la rama del árbol que da justo de frente al balcón a tan sólo un par de metros de la puerta. El tercer cuervo es detenido por la malla que cubre la puerta. El cuervo cae al suelo revoloteando desesperado por volar, su cuello y ala derecha estaban visiblemente lesionadas, su pico estaba abierto y se veía claramente agonizante.
El impacto emocional fue grande para mí, sin embargo el instinto me levantó del sillón y me llevó hacia el pobre animal. Con mis dos manos tomé sus alas -las cuales estaban totalmente desplegadas- las junté con gran cuidado a los costados de su cuerpo y la levanté del suelo. Entonces sin mayor miedo, sentí el pequeño cuerpo de ese animal. Sentí sus diminutos huesos, vi el esplendor de sus alas y alcancé a apreciar el negro azulado en sus plumas. Observé su lengua que se movía constantemente, mientras las otras dos aves paradas en frente de mí parecían ver el proceso de reconocimiento. Tengo que admitir que la sensación de tener esa ave en mis manos me hizo sentir cuan pequeño, ignorante y cruel he sido a través de los años.
En ese momento las emociones negativas, odio, rencor y todo coraje, se transformó en impotencia y dolor por no poder evitar el sufrimiento del ave. Me era imposible entender como el símbolo -hasta ese momento- más grande de mis problemas, había llegado a morir a mis manos; el agua y el pan no fueron elementos para salvarle la vida, era claro que no había oportunidad de recuperación. En ese momento puse mis brazos alrededor del cuervo, tratando de darle calor y evitando se moviera para que no se lastimara más. Entonces pensé en el Gran Maestro y le pedí por segunda vez en mi vida que si yo no podía ayudarlo a vivir entonces lo regresara al universo, (donde yo creo y espero estén todos aquellos que amamos y que ya no están). A las 3 de la tarde en punt,o el mensajero murió en mis manos, mientras los otros dos cuervos graznaron fuertemente para después irse.
Durante las próximas horas no podía dejar de pensar en lo que me había pasado. Sabía en el fondo de mi alma que algo en mi vida se había acabado con la muerte del cuervo y también sabía que todo eso tenía un significado la fecha 12-7-12, la hora 3:00 pm, las otras dos aves, el haber llegado a mi casa, en fin, decidí buscar en internet y comentar a los que me rodeaban sobre el episodio, todo con la finalidad de encontrar respuestas, hasta mi padre raramente ese día me llamó para preguntarme como estaba… Recibí información de mi madre, hermana y un conocido, pero nada parecía ser la respuesta correcta. Pasaron horas en las cuales revisaba una y otra vez la situación, mi percepción y sentir, como esperando mágicamente que algo llegara a mí y me diera una descripción detallada de lo que significaba ese evento…
Hoy llegué a esta conclusión: “mi mensajero” murió en mis manos, a través de estos años nunca alcancé a ver más allá de mi corta creencia, de mi falta de entendimiento. Los seres humanos vamos en la vida queriendo saber qué es lo que sigue, que hay en el futuro, si obtendremos ese trabajo, si llegaremos a ser esa exitosa persona con la cual de niños soñamos ser, si viviremos tantos años; pero como poder saber la respuesta cuando en el camino vamos ignorando todas las señales, vamos viviendo como dioses creyendo que lo sabemos todo por la experiencia vivida, cuando juzgamos, cuando soberbiamente creemos saber qué es lo correcto porque sólo ¡¡¡¡nosotros nos entendemos!!!
El gran maestro en su inmenso amor creó a la naturaleza y con ella todas las señales y vías de comunicación para pasar por este camino con el menor daño posible. Hoy puedo ver con tanta claridad que cada ave, cada sonido en mi ventana o en mi camino era solamente un mensaje de protección, que con cada visita me hacía saber que no estoy sólo, que siempre hay algo, alguien más grande que yo que me cuida y manda mensajes, como aquella madre que siempre pregunta a su hijo desde lejos… ”¿¿¿ya comiste???”, cuando en realidad la madre quiere decir “cuídate, aliméntate porque te amo”. El dolor más grande que se siente en la vida es saber que respondes equivocadamente a los mensajes de amor, darte cuenta que te equivocaste y que tal vez te tardaste demasiado…