Si se pregunta a los alumnos de hoy en día sobre la educación actual, pienso que todos responderán con argumentos parecidos y que la palabra que sonará por encima de todas será la de “cambio”. Si se ansía un cambio, esto significa que algo estamos haciendo mal; la mayoría del alumnado piensa que se va a las aulas a estar calladita y quietita, que se pierde el tiempo, que la escuela es un régimen autoritario o que los exámenes no sirven más que para fomentar la competencia entre los alumnos y que no demuestran el grado de conocimiento e inteligencia.
Hace una escasa semana, en la asignatura de psicología, vimos una especie de documental sobre la luminosa experiencia educativa conducida por la maestra Olga Cossettini (con la ayuda de su hermana Leticia) en la Escuela Provincial “Dr. Gabriel Carrasco”, del barrio Alberdi, de Rosario de Santa Fe, República Argentina entre 1935 y 1950, que me cautivó. Según los testimonios de sus antiguos alumnos, su escuela primaria fue la experiencia más bonita de su vida.
En el año 1935, durante el gobierno del Dr. Luciano Molinas y siendo Director General de Educación el Dr. Pío Pandolfo se trasladó Olga Cossettini desde su Rafaela natal para hacerse cargo de la dirección de la escuela Carrasco, a donde llegó con pasión y deseo de conseguir que los demás profesores del centro entendiesen los postulados de la educación, y de que se sensibilizasen ante las ideas que quería aplicar. Para esta mujer, el barrio de Alberdi tenía un encanto poético y bucólico; poseía caminos pavimentados, caminos de tierra, frondas salvajes en los barrancos, y por supuesto, el encanto del río y de las islas.
Después de haber estado trabajando un año en el colegio, demostró con hechos la posibilidad de cambiar el proceso del aprendizaje y la dinámica de la escuela oficial (basándose en las teorías y aportaciones de Giuseppe Lombardo Radice, Giovanni Gentile, María Montessori o John Dewey) convirtiendo al niño en protagonista y no considerándolo un simple depositario de datos y transmisor de la información memorizada.
Los alumnos del Carrasco no conocían las filas que en la escuela tradicional se establecían ni las campanas estridentes anunciando la hora de irse o de salir al recreo. En aquel colegio se fomentaban, entre otras muchas cosas, la autodisciplina del niño y el deseo de aprender.
Los alumnos salían casi diariamente de excursión (cosa que era muy criticada) y aprendían por ejemplo a medir el volumen de una fuente, formas geométricas… Pero sobre todo, los profesores sembraban desde pequeños el amor por la belleza en todos los ámbitos (música, pintura, naturaleza…) y les enseñaban que el arte y la sensibilidad estaban en el vivir cotidiano. Pretendían formar artistas, tratando de que cada alumno encontrase su manera de expresarse. Precisamente por esto, los cuadernos de cada niño eran totalmente diferentes porque correspondían a una manera personal de ver la vida.
A parte de enseñar a los alumnos a amar el arte, se daba también una formación solidaria con el medio, con el pueblo y con la gente. Los niños explicaban a los sectores un poco postergados de la sociedad temas que les pudiesen interesar como la manera de decantar el agua para evitar epidemias o los insectos dañinos.
En el colegio del que era directora Clara se organizaban numerosas actividades lúdicas como conciertos una vez por semana, visitas de personalidades ilustres como Juan Ramón Jiménez, títeres o juegos por el día de la primavera. Así como elecciones para optar a directivo del centro cooperativo.
Después de 15 años de plenitud, duro trabajo y a pesar de todos los logros que habían conseguido en esta escuela primaria, el día 28 de agosto de 1950 Olga fue separada de su escuela ya que el sistema educativo argentino se cierra a toda persona o institución que escapa a lo preestablecido.
Esta fue la escuela experimental de las hermanas Cossettini, también llamada Escuela Serena que rompió con lo establecido por la enseñanza tradicional. En mi opinión una enseñanza primaria sin duda enriquecedora en todos los ámbitos.
Colaboración de Ania Fernández de Montoya
España