Tan suave como un algodón
su dulce melodía era como la de un acordeón
las luces prendían y apagaban
pero una grande resaltaba
todos lo observaban
ya que su belleza resaltaba.
El atardecer tocaba nuestra piel
como una abeja a su miel
era tan cálido tan perfecto
tan dulce tan lejos
lo era todo y no era nadie
con colores espectaculares.