Hay cosas que me duele reconocer. Pero en un poema me cuesta menos. Sobre todo si sé que alguien lo lee.
Huyo de algo.
En realidad, mis trampas me hacen caer en ellas una y otra vez. Y las trampas siempre son del juego. La vida no es un juego. En el universo están las claves para vivir la vida como es y no como un juego. Y esas claves están al alcance de todos, sin excepción.
La vida como es, no como un juego.
Sin embargo, en el mundo del juego hay trampas, que capturan nuestra percepción de la realidad y nos engañamos con ellas. Las trampas del mundo del juego con la envidia, los celos, la pereza.
Hay un momento, como ahora mismo, en que le digo al cerebro que pare, porque éste va a sus anchas. Porque me siento escuchado por otro yo, muy adentro de mí, que me contiene. Y me hace callar. Siempre ha sido así en mi vida. Y creo que tiene que ver con el juego, con la trampa del juego.
Si fluyera no necesitaría escribir escondido en un poema. No necesitaría expresarme con la libertad del poema, sino como una persona con virtudes. Pero no fluyo. Algo se atasca en mí en un momento dado. Como si me hubiera topado con un obstáculo que me quiere hacer caer, desistir de mi propósito por desvelar la verdad de mis actitudes.
Fluir... Todo fluye en la vida. Yo le digo a mi cerebro que soy yo quien lo gobierna. Y no él a mí. Y entonces esa voz oculta en mí, que tantas veces me sorprende, que me hace reprimirme, se contiene, se para. Porque en realidad he sido yo siempre quien la ha dejado hacer lo que le da la gana, pensar y llevarme a donde le da la gana y donde no me conviene.
El juego en la vida. Aunque la vida no es un juego. Juego cuando no entiendo. Cuando quiero cambiar las cosas. Sin embargo, la vida es la que es. Las complicaciones las traen las trampas y las trampas las trae el juego.
Cuando uno entiende cómo funciona el cerebro sabe que al cerebro lo gobierna uno mismo y no el cerebro a uno mismo. Y entonces ve quién sabe que es así y quién está engañado por el juego. El que está engañado por el juego siempre va a querer engañar, atrapar a otro en el juego. Incluyendo el engaño de hacer creer al otro que no engaña. El que juega piensa que la vida no tiene sentido. Y en realidad lo tiene, pero hay que dárselo, hay que inventar el sentido con lo que uno es, con el valor que uno tiene. Y en ese dar sentido a la vida las normas son las de la vida, no las del juego. Y el resultado no es la sorpresa de que te hayan dado un premio, como en el juego. Con el juego ya estás en la trampa. Ya has perdido.
Así es la vida.
Así es el juego.
Cuando salgas del juego y le cojas gusto a la vida empezarás a vivirla. Y entonces ves sus cosas buenas. Pero en la trampa del juego no ves la vida, no ves sus cosas buenas.