Tenemos la fea costumbre de enamorarnos.
Tenemos la fea costumbre de ilusionarnos.
De que cada paso que damos es un paso más.
Uno producido por la tonta, estúpida y maravillosa sensación de amor.
Una sensación que creemos que existe por la loca ilusión de aferrarnos a alguien.
Esa loca ilusión que nos hace levantarnos buscando un "buenos días" a besos y acostarnos buscando un "buenas noches" con sexo.
Buscamos juntarnos con la esperanza de felicidad en la mente y de amor en el corazón.
Y cuando eso no ocurre, cuando nos enamoramos y no nos encontramos con un buenos días ni unas buenas noches, nos quedamos con esa sensación de error, de haber esperado más de lo conseguido.
Da igual si fue culpa de uno o de otro, pero pasó. Y hay errores que por más que quieras enmendar no puedes, porque ya es tarde y te has quedado solo con la media naranja que tenías al principio.
Una solitaria y triste naranja que va perdiendo color entre lágrimas que se queda abandonada hasta que consigue reparar sus mitades rotas y va de nuevo en busca de la felicidad.
Una felicidad que esperamos con ganas a que llegue y que puede no llegar nunca, pero como ya he dicho, tenemos la fea costumbre de enamorarnos, de ilusionarnos.