Para mi la vida fue hasta hace un tiempo, un vaso de ron, whisky, vodka o cogñac. Me entusiasma el escribir, pensando siempre en una gran meta. He intentado ser discreto y no incomodar a nadie en lo más mínimo, pero no soporto a los mediocres por no leer o a los que no conocen mínimo 50 o 100 voces o se toman un tiempo mínimo para hacerle un pequeñísimo taller a sus textos; tampoco soporto al facilismo inmediatista en la poesía, por un loco afán de publicar o ser escuchados, porque la palabra merece demasiado respeto.