El anochecer se hizo presente y él se despedía de su amada.
El creía que el día que se reencontraran su amor sería correspondido y que algun día la obscuridad de su alma se disiparía sin dejar ni un rastro de su sombría depresión, un grave error.
Los días pasaron y él le escribía todas las noches a su amada, escribía con anhelo y esperanza. El escribía sobre sus ojos hermosos, escribía sobre como día a día se fue enamorando de ella, escribía sobre como el estar a su lado lo convertía en una mejor persona.
Un viejo cuaderno de hojas amarillentas que se encontraba debajo de su cama se había convertido en testigo de sus buenos sentimientos, impregnado en ilusiones y lágrimas él sellaba cada escrito y prometía que le entregaría todos esos escritos el día que su amor fuese posible, sería sin duda el mejor regalo para ella.
Los meses pasaron, el tiempo poco a poco desgastaba el hilo que por un momento ató el destino de los dos y su profunda amistad. Los dos aún eran buenos amigos pero las cosas ya no eran las mismas: ella había encontrado el amor en brazos de otra persona, mientras él se hundía cada vez mas en un abismo de soledad y aislamiento.
Las esperanzas del escritor nocturno desaparecían progresivamente, su felicidad era escasa, sus aspiraciones se encontraban ocultas por la niebla de sus errores, el ya no tenía nada porque luchar y simplemente decidió aislarse cada vez mas, aguantando el peso de su pasado.
Un año habia transcurrido.
Todo había cambiado drásticamente en ese año, él atormentado escritor intentaba restablecer su vida, intentaba darle un rumbo y salir del aislamiento, pero después de todo lo que pasó algo en él había muerto y no podía ocultarlo. El siguió caminando buscando su destino,sin poder sentir nada, frío e insensible, sin inspiración ni motivación simplemente se había levantado para seguir con su vida.
El juró que sus sentimientos jamás se interpondrían en nada y jamás volvería a enamorarse ni a creer en el amor.