Algunos dicen que te odio con todo mi ser. Que paso mis días añorando tu querer.
Ellos piensan que no te puedo ver ni en esmalte, y que tu nombre sólo sale de mi boca para proferir algo indecente.
Tú también crees lo mismo. Por eso te escondes de mi pretendiendo que ni siquiera existo.
Y, tienes encontra mía un rencor tan frío como el infierno, como si yo hubiera querido este sufrimiento; como si hubiera sido mi pecado. Como si hubiera sido mi proyecto que, un día me hubiera golpeado el amor de la forma que golpea un resplandor: tan inesperadamente y con la misma fuerza estridente.
Lo que no entiendes es que yo estaba bien si ti. Que yo nunca deseé el amor por ti.
No comprendes que está animadversión no es en contra tuya. No es porque me hayas roto el corazón para luego huir con la cobardía del ratón.
Es contra Dios; es conmigo. A Dios le debo toda mi enemistad por enlazar nuestros caminos; por hacer de nosotros una historia para comidilla de todos.
Pero ningún rencor se compara con odio que siento conmigo. Conmigo por no danzar esa última vez contigo. Conmigo por ser tan cobarde. Conmigo por no poder alcanzarte. Conmigo por mirarte como si fueras la creación más fascinante.
Conmigo por amarte