Tal vez si morara en otro sector geográfico, me privaría de facetas del conocimiento nuestro, de la especie que todos compartimos. Afortunadamente puedo de acuerdo a vivencias diarias, comprobar que lisa y llanamente, valoramos y adoramos adherir a la faceta más irracional y más automatizada de los vertebrados, que es la bestialidad y sus leyes naturales. Muy a nuestro pesar y a nuestros esfuerzos, hay una cierta limitación evolutiva que ha introducido en nuestro interior, dianas de alerta ante situaciones de riesgo para nuestro progreso.
Esta jugarreta natural, hace que tomemos ciertos recaudos para evitar involucionar y que nos acerquemos a la condición bestial, principalmente a lo que llamamos una fiera o depredador. Somos muy constantes, y al menos logramos no evolucionar, lo cual para la gran mayoría es un respiro, no sea que perdamos nuestra tan preciada agresividad. Cada día se escuchan menos plácemes ante conductas pacíficas, renegamos de nuestra inseguridad y para resolverlo el planteo principal es aplicar la pena de muerte.
Etiquetamos de retrógrado al que no es agresivo en su trabajo o en sus negocios. El que vive sin agresión, aparte de ser un caso extraño, no suele progresar, las grandes fortunas se basaron en conductas agresivas, al menos en algunos aspectos. Lo notable es que la naturaleza no se esconde y nos permite avanzar en investigaciones sobre sus designios.
Hemos encontrado la comprobación fehaciente que en los genes responsables de la conducta y otras cuestiones no anatómico fisiológicas, al ser copiados en la hélice de ADN para que ejerzan su función, puede esta ser estimulada o inhibida por voluntad propia, ante la recepción desde nuestro interior de una diana o señal de alarma del entorno donde nos encontramos. Este estímulo o inhibición, se conoce como ´´expresión génica´´, y se puede transmitir a otros humanos del entorno, y a través de la cultura en donde queda registrado; a la propia descendencia.
Para que sigamos existiendo, lo primero es mantener la integridad y la evolución de la especie frente a cualquier competencia externa. Por ello serán básicos y necesarios con total prioridad todos los genes involucrados en la defensa de cada uno de los individuos existentes, destinados a su vez a defender la especie. Nótese que no es lo mismo defender los intereses de un individuo solitario en si mismo, que los de la especie. Esto se ve claramente cuando en la especie humana, se genera un grupo que aprisiona y explota a otro, terminando por vivir el primero a expensas del grupo sojuzgado.
El mecanismo de relación de ambos grupos, es exactamente el mismo que el que se plantea en la competencia y convivencia entre una especie depredadora y otra depredada. En síntesis el humano ha generado dos o más especies entre grupos de una única especie existente. Esto no ocurre en otros casos, porque no existe en sus especies el símbolo, y todos los individuos aportan en tal caso en beneficio de la única especie posible. Nosotros somos fieles del símbolo que nos gobierna que es el dinero que posibilita bienes, que se asocia en su tenencia, al poder nacido generalmente de la acción agresiva. No existe nada superior a ese poder-dinero al cual todos obedecemos tácita y espontáneamente. Es lo que permite nuestra materialidad objetiva por encima de toda otra consideración.
Todo lo dicho, se remite al reparto materia energía o materia espiritualidad en las especies, y las características pertinentes en cada caso en los seres vivos. La materia viviente se crea a partir de uniones de células generadoras y se destruye cuando se rompe la unidad materia energía viviente a través del proceso que se conoce como muerte. La energía como todas las conocidas, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma en otra, cumpliendo con las leyes de la termodinámica. La conciencia plena de la materialidad se genera a través de los cinco sentidos o los que existan en cada especie. La energía o espiritualidad no se palpa por los sentidos, sino por percepción energética del sistema nervioso o ganglionar. Por ello no sentimos de donde viene ni donde va a parar. Pero debido al sistema natural establecido, elegimos volcarnos de lleno a la materialidad, y en nuestro caso a los símbolos establecidos y acordados. La energía y espiritualidad de todos los individuos, va a parar a la especie, la cual acopia la suma de la emanada por cada uno, para contenerla en la cultura del conjunto.
Ello se traduce en la evolución de toda la especie. Si los individuos de la especie tienen una gran materialidad, tendrán poca energía de espiritualidad, y por ende poca evolución. Si tienen muy poco apego a la materialidad, producen gran energía, principalmente espiritual lo cual acopia la especie, evolucionando. Queda muy claro entonces, que al no tener especie real con la cual competir, y lo único importante es la materialidad elegida, generamos pseudo especies estimulando los genes que nos servirían para competir hacia afuera de la especie, con estrategias que son solamente para ese caso. Y competimos entre nosotros.
Para ello usamos indebidamente, genes de agresividad, engaño, egoísmo y codicia. Esto lo hacemos desde hace mucho, con crecimiento permanente, lo cual nos vuelve incapaces cada vez más de acercarnos a nuestra pobre energía espiritual. Lo dramático, es que lo elegimos solitos, teniendo la posibilidad de ensayo, lo cual jamás hemos querido ni siquiera probar. Nos negamos a dejar de ser bestias, ansiamos serlo, en función de un espejismo de triunfo y acopio personal. Así nos va. Hasta que nuestra materialidad sea total, con lo cual se terminará nuestro existir porque somos un conjunto material-espiritual, y eliminando este último, nos habremos suicidado como individuos y especie. Triste e insólito final se vislumbra.