A veces me veo descolgado, como un auricular.
Veo la insistencia de viejas que se empeñan en decirse a sí mismas lo que está bien y lo que está mal... en una duda y miedo perpétuos.
A veces me veo descolgado. Hago algo y me arrepiento. Y no lo puedo deshacer, aunque lo intento. Porque la vida es un tren en marcha. Y no tiene marcha atrás. La máquina no es del tiempo, sino de vida.
Yo pinto con la yema de mi dedo este soñar. Un soñar sobre árboles y el viento que les habla, como habla el viento: sin complejos, sin engaños, sin palabras. Así es la vida: un fluir. Como el río que parece llevar siempre las mismas aguas y siempre son distintas. Y ¿qué más da... si es agua?