Su mirada, esa maldita mirada que la volvía loca, esa maldita mirada que la mató, esa maldita mirada que también la lastimó, esa maldita e irritante mirada llena de recuerdos... recuerdos que traen dolor, recuerdos felices; cuando las miradas se encuentran aparece una punzada llena de dolor, llena de rabia, de amargura. Ella no puede olvidar la mirada que ayer la miró con ojos de desentendimiento, esa mirada café profunda; profunda, hermosa, esa mirada disfrazada del mismísimo demonio, esa mirada que la enamoró.
Os contaré la historia de dos enamorados...
Los ojos de ella eran verdes, verdes como una hoja oscura; era un verde frío, lleno de dolor, esperando que algún día el amor llegue a su vida. Los ojos de él eran como el café: intenso, hermoso. El no tenía intención alguna de enamorarse, mucho menos de devolverle la vida a aquella chica; él no quería darle vida al corazón de ella, pero, tampoco romperlo. Ellos se enamoraron, pero lastimosamente necesitan un tiempo, tanto el uno como el otro deben aclarar sus sentimientos, para así evitar ser lastimados, pero ¡lástima!, el corazón de ella día a día se hace mil pedacitos más, y el corazón de él… no podría deciros, no conozco su corazón. La respuesta está en sus miradas, frías y distantes… Ella tiene su mirada perdida en la luna y él tiene su mirada perdida en sus pensamientos, ambos buscan una respuesta, ambos están unidos por alguna razón del cruel mundo. Se dice que hay que dar tiempo al tiempo, por eso ellos tienen su tiempo, perdiéndose entre miradas frías esperando una respuesta.
Ella no es una persona de muchas palabras, ella es de las personas que hablan con un siempre gesto, con una siempre mirada, con tan solo una sonrisa, y él, al parecer si tiene palabras, pero no sabe cómo explicarlas…