Eres, inevitablemente, mi última ilusión.
Mi último suspiro, el último esbozo de la vida,
el designio de mi creación, de mi célula viviente.
La sangre más pura de lo divino de nuestro amor.
¿Sabes?
Tengo tres clavos clavados en mi frente:
el primero, de acero puro, del más forjado.
El segundo de madera, tallado por el tiempo;
el tercero de mármol, que perpetúa nuestro amor.
Créelo... ¡Te amo!
Pero, mira... el primero lo llevo para siempre
en mi frente, en mi corazón e, increíblemente, en el alma,
que en la aurora me evoca tu dulce nombre. ¡Oh, Dios...!
Para que en cada instante de mi presencia te recuerde.
¡Espera, espera...!
Debes entender que eres mi última y amada ilusión,
eres como la luz lejana de una luciérnaga,
que busca con su luz encontrar el destino incierto
igual que se ahonda y endurece el destino nuestro.
Pero... ¿Entiendes?
Eres mi última ilusión que, como la luciérnaga,
en la noche muere, muere en su razón de noche,
pero, ¿sabes?, muere ella, pero también muero yo,
muero con mi silencio hecho de vida y pasión.
¿Comprendes que eres mi amor?
¿Comprendes por qué eres mi última ilusión...?