Prometiste jamás dejar que alguien me lastime, me abrazaste hasta juntar todas mis partes rotas, me hiciste creer en ti y en que no todo estaba perdido.
Te entregué mí corazón creyendo que estaba haciendo lo mejor, desnudé mi alma ante ti y como si de una obra de arte me tratase, me pintaste a tu capricho.
Creí en cada una de tus palabras, aún cuando sabía que no debía hacerlo. Te di más oportunidades que a mí misma, pero nunca fue suficiente para ti.
Lloraba porque te odiaba, pero también me odio por pensar que era mi culpa odiarte.
Siempre supe que fuiste tú quien me lastimó en todo momento, pero la ceguera de mis ojos me impidió ver la verdad a tiempo. Tu abrazo fue tan fuerte que rompiste en más pedazos mi alma, apuñalaste mi corazón con las espinas de las rosas que me dabas y lastimaste mi piel con cada caricia despiadada.