Acuartelado en tu piel
avasallas con ahogada voz
el gemido lamento de ardor
que te incendia insistente.
Ahí donde la sangre galopa,
y en línea recta zozobra,
palpitando en cada vena,
que magnifica su ruta,
fustigando en soez locura
el paroxismo de tu cuerpo,
que se cimbra en deseo,
por ser sórdida lujuria
delirar así de placer,
desfogar tu vertiente fiel,
en redobles de estertor,
para morir en tu acoso.