Cariño mío:
Entre el frío de mi cama y el calor que has dejado entre mi cuerpo, decido escribirte, si, escribirte la historia que juntos hemos elevado hasta las nubes y que de un girón, en lo más profundo de un infierno hemos terminado por hundir.
- Elena Hernández
Elena soplaba con su boquita entre abierta, aquella hoja que guardaba con recelo, con pasión y entrega, era un papel amarillento, viejo y arrugado, pero para ella, significaba una verdadera historia de deseo, dolores, felicidad y separación.
Alejandro, por su parte, solía caminar sobre las vías de un tren que atravesaba la entrada a su casa...
Un proyecto de aquéllos políticos que se implementan para justificar viajes, carros últimos modelos y golosinas caras, muy caras!
El no había olvidado que la conoció y se impregnó de sus bellas letras, de la chispa que relucía en su rostro cuándo le leía... Pero por un tiempo todo se detuvo, como cuando el reloj que marca el tiempo, se detuviera también.
Elena, al amanecer abría la ventana cercana a su cama, asomaba su nariz y al aspirar, cerraba sus ojos imaginándose entre sus brazos y pidiendo al más grande del cielo, lo cuidara bien.
Elena y Alejandro derivaron en no volver a escribirse ni a leerse, vivieron sus días dejando en lo profundo de sus corazones lo que había sucedido... Jamás un beso, siempre el alma entregada.
Enamorados con todo y nada a la vez, amantes de cuerpo, mente y alma, sublime era la ocasión en la que los dos coincidían para escribirse un mano a mano, es decir, un escrito a uno... aquello se volvía de fuego, se estremecían los cuerpos, se añoraban los besos con los labios húmedos y la boca sedienta de caricias, se alistaban las manos para recorrerse los cuerpos y de pronto, agachaban sus cabezas considero que a la par, reconociendo que serían incapaces de vivir un amor así... No sabía, si jugar con la imaginación les resultaba aún más atractivo que finalmente conocerse y con una caliente taza de café de olla, con sabor a canela y piloncillo, charlar, reírse, mirarse y ruborizarse repasando todo lo que varias noches y días se escribían, hubiesen terminado con aquella magia suscitada tiempo atrás.
Alejandro continuaba caminando del brazo de quién llevaba compartiendo una vida entera a su lado....
Elena comenzaba una vida, con un nuevo sol que le alumbraba cuándo oscura se sentía y por las noches, noches de luna, atardeceres, días lluviosos, cuándo llegaban las épocas que a ella le parecían tan hermosas, como en las qué, huele a día de muertos, a incienso, a pavos horneados, a nostalgias y alegrías y a su amor... le aventaban de golpe en el pecho y lo cual sin remedio, le hacía nombrar su nombre, susurrando, como plegaria, casi rezando... se le escapaba un ¡TE AMO!
a escribirse ni a leerse, vivieron sus días dejando en lo profundo de sus corazones lo que había sucedido... Jamás un beso, siempre el alma entregada.
Enamorados con todo y nada a la vez, amantes de cuerpo,mente y alma, sublime era la ocasión en la que los dos coincidían para escribirse un mano a mano, es decir, un escrito a uno... aquéllo se volvía de fuego, se estremecían los cuerpos, se añoraban los besos con los labios húmedos y la boca sedienta de caricias, se alistaban las manos para recorrerse los cuerpos y de pronto, agachaban sus cabezas considero que a la par, reconociendo que serían incapaces de vivir un amor así... No sabía, si jugar con la imaginación les resultaba aún más atractivo que finalmente conocerse y con una caliente taza de café de olla, con sabor a canela y piloncillo, charlar, reírse, mirarse y ruborizarse repasando todo lo que varias noches y días se escribían, hubiesen terminado con aquella magia suscitada tiempo atrás.
Alejandro continuaba caminando del brazo de quién llevaba compartiendo una vida entera a su lado....
Elena comenzaba una vida, con un nuevo sol que le alumbraba cuándo oscura se sentía y por las noches, noches de luna, atardeceres, días lluviosos, cuándo llegaban las épocas que a ella le parecían tan hermosas, como en las qué, huele a día de muertos, a incienso, a pavos horneados, a nostalgias y alegrías y a su amor... le aventaban de golpe en el pecho y lo cual sin remedio, le hacía nombrar su nombre, susurrando, como plegaria, casi rezando... se le escapaba un ¡TE AMO!