Día a día se reduce el círculo de seres queridos, con quienes pudiera hablar con amor. A veces me siento demasiado extraño, a pesar de haber vivido rodeado por cientos de conocidos. Me veo como un huérfano mendigando mendrugos de cariño o una caricia tibia al menos. Golpeo a las puertas de las miserias amorosas, por un bocado para mis desdichas.