Sentada, la plaza parecía no haberse dado cuenta del día que era. Un día nublado, pronto empezaría a llover. Parecía que él, era el único en haberse dado cuenta de la fecha, pues estaba triste. Ella miraba la puerta una y otra vez, miraba el final de la calle esperando que él apareciera. De pronto volvió a la realidad, las campanas de aquella iglesia, comenzaron a sonar, eran las siete de la tarde, y comenzó la lluvia…

Se quedó sentada en el mismo banco mientras el agua caía sobre su cuerpo, a la vez que sus lágrimas caían por su cara. Cada lágrima que caía, era un recuerdo; el día que se conocieron… ese día estaba todo oscuro, no había ruido, sólo una ambulancia que pasó en ese momento junto a ellos, y como si se tratara de dos ángeles que andaban sin destino, se encontraron.

Cuando se dieron el primer beso, parecía que había alguien junto a ellos gritando: ¡venga, ahora es el momento de sellar su amor!, cuando se dijeron por primera vez: “te quiero”, fue como un pequeño susurro que salió de sus bocas al unísono. El día que decidieron montar su nidito de amor (con cuánta ilusión compraron todo lo necesario), su primera noche juntos, su primer desayuno, su primer día…

Y llegó el momento en que decidieron sellar su amor delante de todos, no contraerían nada hasta la próxima primavera, fecha en la que se conocieron. Pero un día todo en él cambió, ya no era aquella persona que la llenaba de mimos, que la adoraba, aquél hombre que siete años atrás, había conocido.

Decidieron darse una tregua, él, viajó por cuestiones de negocios, pero al instante se dio cuenta de que ella era la mujer de su vida, y así se lo hizo saber.

Pero como en cualquier cuento de hadas, siempre existe una bruja malvada, y ella, se aseguró de que él, la olvidara por completo… La distancia… Sí, esa, ¡era la bruja!

Entre ellos, todo se volvió frío, y decidieron no volver a verse nunca más.

Pasaron muchos meses y ella lo siguió esperando. Sin motivo alguno creyó que él recapacitaría, y volvería junto a ella, pero sin querer un día, se enteró que él se había casado, que era feliz y en poco tiempo sería papá…

¡Creyó morir!, pero sacó fuerzas de donde no las tenía y salió adelante. Y llegó el día, 14 de octubre… siempre soñó que ese día sería caluroso, con mucho sol, y ese día precisamente era todo lo contrario, lluvioso, frío... las siete de la tarde, la lluvia caía sobre su cuerpo, a la vez que sus lágrimas caían sobre su cara. Ese era su día, el día en el que cualquier mujer está más hermosa que nunca.

El día de su boda…

Colaboración de Mana
España