-Llegamos señorita -dijo el conductor mientras estacionaba el auto. Extendí la mano y le di un puñado de dólares, bajé del taxi y miré hacia arriba, aquel edificio era imponente, bajé la vista de inmediato, era mediodía y la luz del sol dio de lleno en mi rostro lastimando mis ojos. Por lo que alcancé a ver, calculé que aquel edificio tenía alrededor de nueve o diez pisos, quizás docenas de oficinas.
- Con seguridad me llevará un buen rato dar con la de él, aunque no será muy difícil pues siendo la cabeza de todo este corporativo hasta los empleados de la limpieza sabrán quien es él –pensé.
Me dirigí a la entrada y la amplia puerta de cristal se abrió automáticamente al acercarme a ella, con el corazón latiéndome de prisa entré y me dirigí a la recepción mientras que el guardia de la entrada me miraba de arriba abajo.
-Señorita busco al licenciado Hassel, Paul Hassel, ¿podría informarme en que piso se encuentra su oficina?
-¿Tiene cita con él?
-No, no tengo cita, a decir verdad, lo que me trae aquí es un asunto personal –dije sonriendo.
La empleada se levantó de su silla y se asomó sobre el mostrador para verme de arriba a abajo de forma altanera, seguramente pensando que estaba demente.
-Lo siento, pero para poder ver al licenciado, es necesario sacar una cita.
-Le aseguro que no necesito de una cita para poder hablar con él, anúncieme y me recibirá.
-Si claro, Sean –dijo dirigiéndose al guardia, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa burlona-. Has favor de acompañar a la señora a la salida.
-Por favor, acompáñeme señorita.
El hombre me tomó del brazo y suavemente pero con firmeza me condujo al exterior.
-¡Oiga no, espere un momento! ¡De verdad necesito hablar con él! ¡Es urgente!
-Lo siento mucho, el licenciado es una persona muy ocupada y su tiempo es muy valioso como para que lo pierda en alguien como usted –dijo en forma despectiva.
Sin decir nada más, me dio la espalda y me dejó parada en medio de la acera, desconcertada, me senté en una jardinera que se encontraba cerca de la entrada, recordé que mientras hablaba con la empleada, tras ella, en la pared, alcancé a ver un organigrama, en el cual el nombre de Paul Hassel se encontraba a la cabeza y también hacía mención que sus oficinas estaban en el cuarto piso, ahora el problema era llegar hasta allá, de pronto, al voltear, vi un grupo de personas que estaban por entrar, sin pensarlo, fui hasta ellos y haciéndome lo más pequeña que pude, logré, junto con ellos, llegar al ascensor.
Todos ellos me miraban con marcada curiosidad, yo sólo les sonreí, debió resultar una escena muy divertida para el hombre que manejaba el ascensor, pues apenas si podía disimular una sonrisa que amenazaba con convertirse en una carcajada, con seguridad, no todos los días miraba a una mujer con el vientre abultado con casi cuatro meses de embarazo y vestida con sencillez en medio de hombres de negocios, muy atractivos, vestidos con trajes muy finos y sin duda muy costosos. Todos ellos hablaban con un lenguaje lleno de tecnicismos de los cuales, gracias a mis estudios sobre administración de empresas entendía a la perfección.
-Se sorprenderían –pensé.
Bajaron en el segundo piso y yo seguí mi camino con el tipo del ascensor que no me quitaba la vista de encima.
-Cuarto piso, señor… señora…
-Gracias –dije y salí rápidamente.
Caminé por un pasillo muy amplio en el que habían cubículos con escritorios y dentro de ellos, empleados trabajando frente a las pantallas de las computadoras. No me atreví a preguntar, ya había llegado hasta ese lugar y no les daría oportunidad de que me sacaran nuevamente, así que fui leyendo los nombres en las puertas de las oficinas, mientras esas personas me miraban sin disimular su sorpresa. Era imposible pasar desapercibida, mi piel sin llegar a ser morena, tenía un color ligeramente bronceado, mi pelo castaño, mis ojos negros y mi estatura no muy alta acusaban mi origen latino del cual yo me siento enormemente orgullosa. Estaba al llegar, la última puerta, la del fondo, era la de su oficina, por fin, después de tanto tiempo, sólo una puerta era lo que me separaba de él, del hombre que al verme, me estrecharía entre sus brazos ofreciéndome un oasis de descanso y de paz que yo tanto necesitaba. Sin embargo, cuán lejos estaba de imaginar, que las cosas serían muy diferentes…
-¿Qué es lo que desea?
Preguntó una mujer de pelo largo y cobrizo que se atravesó en mi camino y que me barrió con la mirada, igual que lo había hecho la recepcionista, el guardia y tantas otras personas desde que deje mi país.
-Necesito hablar con el licenciado Hassel.
-¿Tiene cita con él? Preguntó en forma despectiva.
Sentí nacer en mi interior una furia que apenas si pude contener, así que respiré profundamente y la miré a los ojos, desafiante.
-¡No necesito cita alguna para poder hablar con mi marido! –dije perdiendo la paciencia.
Por su rostro cruzó momentáneamente un gesto de sorpresa, pero enseguida apareció en sus labios una sonrisa sarcástica.
-¿Su marido?
Preguntó irónicamente, mientras volvía a mirarme con burla.
-Así es, y déjeme pasar o haga favor de anunciarme.
-Me temo que eso no podrá ser. Susan- dijo dirigiéndose a la empleada más próxima- llama a seguridad diles que se les ha colado una loca.
-Oh no –pensé-. Ahí vamos otra vez, pero no iba a ser esa perra guardiana la que me impidiera llegar hasta él después de todo lo que ya había pasado, así que sorpresivamente y sin ninguna consideración, la hice a un lado de un empujón; Alcance la perilla de la puerta pero esa mujer, con la habilidad de un gato, de un salto llegó hasta mí y me agarró del brazo con fuerza, clavándome sus uñas.
-¡Ya le dije que no puede pasar! ¡El licenciado pidió que no se le molestara, ahora está con su novia!
Para ese momento los empleados habían salido de sus lugares de trabajo atraídos por semejante escándalo, al escuchar su pobre argumento, no pude menos que sonreír despectivamente, ya me había quedado bastante claro que esa mujer haría y diría cualquier cosa para impedir que pasara, pero yo estaba dispuesta a hacer que se tragara sus palabras, ya verían esos empleaduchos de cuarta, cuando le contara a Paul la forma en que había sido tratada por ellos. Le di tremendo puntapié en la espinilla a pesar de que calzaba sólo unas sandalias de correas, el pie me quedó doliendo pero no me importo, ella me soltó, mientras me dedicaba sendos insultos, yo aproveche para abrir la puerta, al instante deseé con toda mi alma no haberlo hecho, el hombre que era mi esposo,
el hombre que tanto amor decía tenerme, estaba en una situación muy comprometedora con una mujer, a la cual no le puse la mínima atención, pudo haber sido esa o cualquier otra, eso no importaba, el amargo sabor de la traición sería el mismo, igual de intenso, igual de doloroso. Me miró y se quedó paralizado, sin atinara a decir nada, su mirada iba de mis ojos a mi vientre, al igual que a él, a mí la sorpresa también me había dejado sin saber qué hacer, sin saber que decir, en mi pecho sentí que algo se rompía, acompañado de un crujido seco.
-Ese debe ser mi corazón que se ha hecho añicos –pensé.
-Extrañamente dejó de doler, al parecer, mi mente había bloqueado el dolor que sin piedad comenzaba a querer destrozarme.
-Yo… perdón, no quise interrumpir… es bueno saber que finalmente, encontraste la mujer que tú necesitas, será mejor que me vaya de aquí…
-Fue lo único que alcance a decir antes de dar la vuelta, sólo para chocar con la enorme humanidad del guardia de seguridad quien, con un, disculpe licenciado ignoro como fue que logró pasar, a manera de disculpa, me tomó por el brazo. Esta vez sin ninguna delicadeza y a pasos agigantados me llevo hacia las escaleras, quizás pensando que no merecía ser sacada por el ascensor. Yo me dejé llevar sin oponer resistencia alguna, el golpe que acababa de recibir me había dejado sin voluntad.
-¡Suéltala! ¡Suelta a mí esposa! ¡Quítale tus manos de encima!
Gritó Paul con su potente voz, llena de ira, para sorpresa y asombro del guardia y de los empleados que no habían perdido detalle, yo voltee a verlo con un nudo en la garganta que me lastimaba, iba hacia mí, pero me solté violentamente del guardia que no había alcanzado a reaccionar y seguía apretándome el brazo. Corrí escaleras abajo con él tras de mí, lo escuché llamarme con angustia, decía mi nombre con un dejo de súplica en la voz, pero yo no lo escucharía, las explicaciones salían sobrando, con lo que había visto, era suficiente para tomar un avión de regreso por donde había llegado, la desesperación y el deseo de irme muy lejos de ese lugar ponían alas en mis pies, no pudo darme alcance hasta que llegue a la recepción, donde, la empleada al verme me salió al paso y me detuvo.
-¡Llamaré a la policía maldita desequilibrada!
-¡Usted no llamará a nadie! –Dijo Paul mientras me tomaba de la mano.
- ¡Ella es mi esposa! Más tarde arreglaré cuentas con usted –le dijo mientras le lanzaba una mirada en la que iba implícita una amenaza. Él me llevó a una oficina desocupada, me sentó en una silla giratoria y se puso de rodillas frente a mí.
-Coraima, mi amor ¿Por qué no me avisaste que venías? yo pude haber ido por ti al aeropuerto… mi amor, me hace tan feliz que estés aquí, ¿vienes a quedarte, verdad? –Dijo vacilante, se levantó y se pasó las manos por el pelo mientras yo me quedaba en silencio-. Yo... Mi amor, lo que viste no es lo que parece –dijo con desesperación mientras se ponía de rodillas frente a mí nuevamente. Todo el dolor que me causó aquel terrible desengaño, regresó de repente, con intensidad, comencé a llorar, las lágrimas nublaban mi vista y una espesa niebla cubrió mi corazón y mi razón.
-¡No intentes engañarme! No te culpo Paul, es comprensible, han sido muchas cosas, era lógico que te cansaras de esperarme, aunque me hayas jurado que lo harías por siempre, pero el que lo entienda, no quiere decir que sea estúpida ¡Yo sé lo que vi! ¡Y en efecto venía para quedarme pero ya no, ya no quiero hacerlo! ¡Déjame ir!
-No mi amor, cálmate por favor, estás esperando a nuestro bebé, déjame estar contigo, con ustedes.
-¡Este bebé no es tuyo! -Dije tratando de desquitar toda la rabia que sentía en mi corazón.
-Coraima, sé muy bien lo que sientes, pero no me digas eso mi amor, tú no viniste desde México a este país sólo para decirme que estás esperando un hijo que no es mío.
-¡No te quiero en nuestras vidas! ¡Jamás en tu vida te atrevas a acercarte a nosotros no te necesitamos para nada! ¡Te odio! ¡No te quiero! ¡Nunca te quise! ¡Maldigo la hora en que te conocí! ¡Sólo apareciste en mi vida para arruinarla, para arruinar mis sueños!
Me impulse para hacer la silla hacia atrás y me levante para dirigirme a la puerta, Paul intentó abrazarme pero yo lo rechacé y escapé, las lágrimas no me dejaban ver con claridad, al salir corriendo a la calle sólo escuche el chirriar de las llantas de un auto y sentí un fuerte impacto en mi costado, y otro más fuerte aún en mi cabeza, por un momento no supe de mi…
Ahora no logro entender que fue lo que pasó, sólo sé que estoy junto a Paul, él está de rodillas en el piso, llora y está abrazando a alguien, le pide que no lo deje, le pide que resista, que no se vaya, le dice que es lo más importante en su vida, todo son gritos y confusión, el pide desesperado que alguien llame una ambulancia, se ha quitado el saco y lo ha puesto sobre ella, la abraza con fuerza, quiero ver quien es, pero él le tapa el rostro con su pecho, debe amarla mucho…
Quiero irme de aquí, me muero de celos al verlo sufrir por ella de esa manera, ha llegado la ambulancia, los paramédicos bajan rápidamente y la revisan ahí mismo.
-¡Está viva! –exclama uno de ellos.
Paul parece respirar aliviado en medio de su dolor,
Me acercó a él, pero no me mira, toda su atención está puesta en ella, aparto mi vista de él y volteo a verla, por primera vez puedo ver su rostro, -¡No puede ser!-. Retrocedo horrorizada, el mundo parece derrumbarse bajo mis pies, todo empieza a girar con rapidez…
-¡Alguien dígame que pasa! -Grito con desesperación, volteo hacia Paul, hacia los curiosos, nadie parece escucharme-. ¡Necesito que alguien me explique! Por favor, por favor, necesito que me digan ¿por qué esa mujer que está inerme en esa camilla soy yo? ¿Cómo se puede estar en dos lugares al mismo tiempo?
Una mujer, al parecer la que estaba con él en la oficina se acerca a Paul y lo toma por el brazo, él la mira y la rechaza con rabia.
-¡Mira lo que has provocado, ya estarás satisfecha! ¡Sabes que yo no te amo, que nunca podría hacerlo!
Aquella mujer se aleja con la mirada de reproche de los curiosos sobre ella. Me acerco nuevamente a mi cuerpo y alcanzo a ver un hilillo de sangre que escurre por mi oído, así como por mi nariz, tengo una herida muy profunda en la parte de atrás de mi cabeza, no me veo nada bien.
-¡Ay no! ¡Mis bebés! –Exclamé de repente-. ¿Mis bebés? ¿Por qué dije mis bebés? No sé por qué pero de repente tengo la certeza que estoy esperando dos bebés ¿Qué ocurre?
Me preguntó mientras trato de llamar la atención del paramédico, para preguntar por ellos lo toco en su hombro pero mi mano lo traspasa. Siento que me pierdo en una negrura abismal, siento que caigo en un sueño muy profundo, para después resurgir entre luces y formas de colores como si estuviera dentro de un caleidoscopio.
Ahora estoy en un hospital, es el más lujoso y mejor equipado que he visto en mi vida, vago por los pasillos sin saber a dónde ir, veo cada cosa que me espanta, que me causa horror, quiero irme pero una fuerza extraña me retiene en este sitio, voy de la conciencia a la inconciencia, me pierdo y vuelvo a encontrarme. Ahora estoy a mi lado, si es que así se puede decir… Ya no sé nada, no comprendo nada, estoy muy confundida. Paul está del otro lado de la cama, las lágrimas resbalan incontenibles por sus mejillas, acaricia mi rostro, pone su mano sobre mi vientre, y nos dice que nos ama.
Al parecer acaban de operarme, tengo la cabeza afeitada y vendada, tengo un tubo dentro de mi boca, a mi cuerpo están conectados infinidad de aparatos, en mi dedo tengo uno que va conectado a un monitor, donde pueden leerse mis signos vitales, me acerco a él y miro la línea que indica que aún estoy viva, que mi corazón aún late.
-Por favor, salga, no puede estar aquí más tiempo –dijo una enfermera, yo estaré al pendiente de ella, no se preocupe.
Él pone un beso en mi frente y sale de la habitación, yo salgo junto con él, afuera, ya lo espera una pareja algo madura, la mujer lo abraza con fuerza, al parecer son sus padres. ¡Vaya! Nunca pensé conocerlos en tan extrañas circunstancias, él desde un principio quiso que ellos me conocieran, pero yo me negué, para mí, era tanto como hacer oficial un compromiso que yo, de momento, no quería.
- El neurólogo me ha dicho que está en un coma severo, no se sabe si reaccionará, pero harán todo lo posible para que los bebés lleguen a término. Mamá, he acabado por arruinar su vida -dijo estallando en desgarradores sollozos.
Que mal me siento por él, ahora, al escucharlo decir esas palabras, recordé lo que le dije antes de salir corriendo. Me acerco a él y toco su brazo.
- Quiero decirte que no es cierto mi amor, nada de lo que te dije es cierto, perdóname por favor, yo te amo y ahora sé cuánto me amas tú…
Yo nací en Venezuela, en un barrio muy pobre del cual yo siempre quise salir, yo no era una chica común, desde pequeña trabaje muy duro para costearme mis estudios, siempre fui una alumna destacada, siempre busqué la excelencia, al terminar la educación media superior, mi madre me dijo que tenía que trabajar de tiempo completo para ayudarla con los gastos de la casa, pues nuestra economía de por si mala, se había visto considerablemente disminuida a causa de una lesión que mi padre tenía en la columna vertebral que le impedía trabajar y moverse con facilidad.
Para mí fue el acabose, durante días me la pase pensando en lo que haría, trabajar de tiempo completo implicaba dejar de estudiar y tan sólo el pensarlo me ponía muy mal.
-¡Coraima, Coraima!
Escuché a alguien llamarme el día que fui a recoger mis documentos a la escuela, al dar la vuelta, vi al director venir hacia mi muy agitado.
-Justo a ti te estaba buscando, ven vayamos a mi oficina tengo algo para ti.
Una vez ahí, me mostró unos documentos membretados de una universidad particular en la ciudad de México, cuyo dueño era venezolano, mi corazón dio un vuelco ¿Acaso era que?... Recordé que al inicio de año, me inscribí en un programa de becas que daban a alumnos destacados y de pocos recursos para estudiar en México, mucho tiempo guarde la esperanza de que me aceptarían, pero al paso del tiempo lo fui olvidando, ahora no podía creerlo, miré al director a los ojos y con una sonrisa me dijo lo que ya sabía, no cabía en mi de felicidad ¡después de todo no dejaría de estudiar!
Todo el camino a casa fui haciendo planes, trabajaría en mis tiempos libres y mandaría el dinero a mi familia, por mí no me preocupaba, pues recibiría alojamiento y una cantidad para mis gastos. A mi madre no le agradó la idea, pero sabía que resultaría inútil oponerse, sabía de mis sueños y también sabía que yo pasaría sobre cualquier cosa antes de renunciar a ellos, así que no tuvo otra opción más que darme su bendición, cuando, con lágrimas en los ojos me vio partir una lluviosa mañana, por un momento sentí remordimientos y me pregunté si acaso era tan malo ir tras mis sueños, ¿era acaso que mi ambición me estaba llevando a los extremos? –
¡No!-. Me contesté, yo lo hacía por ellos y también por mí, no quería ver marchitada mi vida en medio de aquellos arrabales, a nadie le hacía daño con querer llegar lejos, tan lejos como las estrellas, yo quería sacar a mi familia de la miseria, darles un futuro mejor y era la única forma de conseguirlo, así que por ellos y por mí lo iba a lograr, pensé, mientras el avión se elevaba entre aquel cielo gris.
Mi vida en otro país no fue fácil en un principio, mis compañeros, todos ellos de padres ricos, me veían con suficiencia, con la mirada de quien tiene la vida resuelta y no tiene preocupaciones por nada, en el fondo sentía lastima por ellos a pesar de que sólo les bastaba con extender las manos para que sus padres se las llenaran de dinero, pero junto con él, iban grandes dosis de indiferencia, de desamor, al lado mío, ellos eran sólo pobres ricos, no tenían nada. Yo en cambio tenía sueños, planes, sentía una gran satisfacción al luchar para alcanzar mis metas, aunque fuera con grandes sacrificios.
El lugar de mi alojamiento, se encontraba en un segundo piso, constaba de dos habitaciones amuebladas, uno de ellos hacia la función de cocina, el baño estaba al salir, todo aquello constituía un lujo para mí, después de dormir con cuatro hermanos todos amontonados en una misma habitación, los extrañaba terriblemente, pero lo que no extrañaba eran las incomodidades causadas por el hacinamiento. Llevaba días sin dormir bien, me encontraba muy preocupada, no había podido conseguir un empleo pues entre clases y tareas se iba todo mi tiempo, de repente se me ocurrió una idea y me enderece en la cama entusiasmada, ¡si eso haría! Ellos tenían el dinero y yo contaba con mi inteligencia.
Comencé a hacerles tareas y trabajos y a pasar apuntes a cambio de un buen pago, la voz se comenzó a correr, ya tenía una buena cartera de clientes, era muy buen dinero, pero también eran tremendas desveladas, a veces dormía dos o tres horas y a veces nada. Dos años después apareció en escena Fabiola Hassel, recién llegada de Europa, sus padres la habían enviado a estudiar allá pero al ver que su linda cabeza sólo le servía para sostener su rubia cabellera,
decidieron traerla de regreso en realidad, yo no comprendía como es que había logrado cursar dos años de la carrera, me pidió ayuda para estudiar, a base de mucho esfuerzo comenzó a aprender algo, pero no le gustaba hacer tareas y a mí eso me convino porque pagaba muy bien, trabamos una buena amistad, era muy bonita y todos los chicos de la universidad andaban tras ella, su vida era todo lo contrario a la mía, para ella eran fiestas, frivolidades, muchachos…
-¡Cora, Cora! -Me llamó una tarde desde un auto a la salida de la universidad-. Sube te llevamos a tu casa.
-No seas ridícula -le dije sonriendo-. Sabes bien que vivo a una calle de aquí.
-Está bien entonces te invitamos a tomar un café-dijo mientras bajaba del auto al mismo tiempo que lo hacia su acompañante.
-No puedo Fabi, gracias, el maestro de contabilidad nos dejó mucha tarea y tengo que hacerla por triplicado, sin contar la tuya, será en otra ocasión.
-No todo en la vida puede ser estudio, anda sube.
Dijo el joven que la acompañaba, por primera vez lo vi con detenimiento, el impacto que me causo fue de grandes proporciones, él me sonrió y yo quedé perdida entre su sonrisa y sus profundos ojos verdes, vestía camisa con corbata y pantalón de vestir, era alto atlético, su pelo era de color castaño, sus ojos tenían grandes pestañas y cejas tupidas su piel era clara y sus manos largas, parecía un artista de cine, mi corazón comenzó a palpitar con fuerza, yo jamás sentí nada igual, siempre creí que eso de las mariposas en el estómago eran solamente ridículos cuentos.
-¡Oh no! ¡No podría hacer mal tercio! –dije cuando pude despegar mis ojos de los de él, al escucharme, Fabiola soltó tremenda carcajada y él sonrió divertido.
-¿Se puede saber que dije que fue tan gracioso? –pregunté con seriedad, tampoco iba a permitir que se rieran de mí.
-Nada, es sólo que Fabiola y yo no somos lo que estás pensando, ella es mi prima.
Dijo el guiñándome un ojo a la vez que me sonreía, respire aliviada, en ese momento no supe a ciencia cierta por qué.
-Por cierto deja que me presente ya que está niña mal educada no lo ha hecho, me llamo Paul, Paul Hassel, mi tía me pidió viniera por Fabiola, el chofer está enfermo y ella se ira con sus amigas al club. Y no sabes cuánto me alegra que el chofer este en cama con gripe y que mi tía se vaya con sus insulsa amigas, pues eso me dio la oportunidad de conocerte.
Dijo, antes de darme un beso en la mano, me condujo hasta el auto y abrió la portezuela para que entrara, fuimos a comer algo a un pequeño pero lujoso restaurante, a pesar de que nunca había entrado a un lugar así, supe comportarme a la altura, después fuimos al cine por insistencia de Fabiola.
-Relájate Cora, te veo muy tensa, disfruta la película -Me dijo Paul.
-Oh Paul, ella es así, el estrés forma parte de su vida a mí ya no me extraña.
Dijo Fabiola sin quitar la vista de la pantalla, mientras se echaba un puñado de palomitas a la boca.
-Lo que pasa es que ya es tarde y tengo mucho que estudiar -. Dije en un susurro.
-A ella todo lo que le importa es estudiar y estudiar, ella no sabe que tiene miles de admiradores porque no tiene ojos para otras cosas que no sean los libros.
-¡Fabiola!
-Perdona Cora, pero es la verdad.
-Con que admiradores ¿no? Creo que comenzare a ponerme celoso - Dijo mirándome a los ojos con una sonrisa encantadora, haciéndome sonrojar.
Después de ese día a él le dio por hacerse el aparecido, algunas veces lo encontraba “casualmente” al salir de la universidad, me encantaba estar cerca de él, el aroma de su colonia se había impregnado en mi corazón, me encantaba también la forma en que me miraba con esos grandes ojos verdes, su sonrisa seductora, su aire de desenfado con el que se conducía, su forma de vestir siempre muy formal. Me invitaba a salir, pero yo siempre me negué, lo más que acepte fue que me llevara hasta la puerta de la vecindad donde vivía, fue en una de esas ocasiones, cuando, por sorpresa, tomó mi rostro entre sus manos y me robó un beso, en un principio no supe cómo reaccionar, después, sin poder evitarlo le correspondí, cuando su beso terminó mi corazón estaba latiendo con fuerza, yo estaba muy asustada de lo que estaba sintiendo.
-Paul, será mejor que no volvamos a vernos.
-¿Por qué Coraima? Yo te quiero.
-Yo no puedo, ni tengo tiempo para estas cosas, vete y no me busques más.
Di la vuelta y entré dejándolo muy desconcertado, no era que yo no lo quisiera, yo me había enamorado de él desde el primer momento, era sólo que dentro de mis planes jamás estuvo relación alguna, yo no podía perder el tiempo, nada iba a distraerme de mi objetivo.
-Él se fue Coraima, se fue esta mañana –me dijo Fabiola unos días después, durante los cuales yo me dedique a evadirlo-. Me pidió lo despidiera de ti –sentí una violenta sacudida en el corazón y un nudo comenzó a formarse en mi garganta -El vino solamente de vacaciones y se tuvo que ir, mi tío ha dejado el empresa y él ha quedado al frente. Dime Coraima ¿En qué estás pensando? Paul es una buena persona y es muy atractivo, cualquier chica daría lo que fuera por estar con él. Sin embargo, él es hombre de una sola mujer y esa mujer eres tú, ¿Es que acaso no te diste cuenta de que él está enamorado de ti?
-El me gusta Faby, me gusta mucho pero una relación requiere de tiempo, tiempo que yo no tengo, él iba a terminar por fastidiarse, ¿para qué comenzar algo que no tiene ningún futuro?
-¿Qué no tiene futuro? ¿Cómo lo sabes si no te das una oportunidad? Mira amiga, yo sé que tus prioridades son otras y que eso ocupa gran parte de tu tiempo, sé que tus esfuerzos y desvelos se verán recompensados, tendrás una vida exitosa, llena de lujos, de lo que siempre soñaste, pero al volver la vista atrás, no te gustará nada lo que verás, te sentirás vacía, te arrepentirás de no haber abierto tu corazón al amor, entonces, con gusto cambiarás todo eso por poder volver el tiempo atrás, pero eso será imposible.
¡Mírate Cora! Tienes veinte años y no puedo creer que jamás hayas tenido un novio, cuando con tu belleza y tú inteligencia podrías tener el que quieras, Piénsalo Cora, él te ama, me lo ha dicho antes de irse y estoy segura de que tú lo amas también, si no hace falta más que verlos cuando están juntos. Fabiola se levantó y me entregó un sobre que olía a su perfume, que olía a él. Cuando ella se alejó, lo abrí y saqué una hoja de papel, en ella estaba dibujado a lápiz un corazón y dentro de este, un número telefónico, en la parte de abajo escrito con pluma estaba un sencillo te amo. El nudo que se había formado en mi garganta se deshizo en un caudal de lágrimas silenciosas.
-¿Paul? Soy Cora –dije nerviosamente, cuando al otro día, muy temprano, le llame, después de pensarlo toda la noche.
-¡Cora! ¡Qué sorpresa! Todo espere menos que tú me llamaras.
-Paul, yo… Faby me dijo que... Que tu…
-¿Que yo te amo? Eso es muy cierto y tú lo sabes, me enamoré de ti como un tonto pero veo que no tengo cabida en tu corazón.
-Tú me gustas Paul, me gustas mucho y…
- Podemos intentarlo mi amor ¿quieres hacerlo? Yo te amo y sé que tú llegaras a amarme tanto como yo a ti.
-Si Paul si quiero -Dije y colgué.
Al salir de la universidad, por la tarde, me detuve en seco y mi corazón dio un vuelco cuando lo vi venir hacia mí, se veía tan atractivo… vestía pantalón de vestir y camisa azul con corbata de figuras, además de una chamarra de piel, me lo imagine saliendo apresuradamente de su oficina al terminar la llamada telefónica, para correr al aeropuerto y tomar el primer vuelo que lo trajera a mí, a mis brazos, cuanto debía amarme para dejar tantos asuntos importantes sólo por mí, se acercó lentamente con una mirada en la que quede atrapada como el primer día, mi cuerpo entero se estremeció, cuando, sin decir palabra, me tomó entre sus brazos y me besó, su beso fue largo, cálido, lleno de amor.
-Te quiero Coraima…
-¿Por qué? ¿Por qué me quieres Paul?
-No me preguntes mi amor, no sé qué me diste pero me tienes cautivado -me dijo quedamente mientras rozaba sus labios con los míos-. Te amo y quiero que te cases conmigo, ¿Aceptas?
-¿casarnos? ¿Hablas en serio?
-Jamás en mi vida había hablado tan en serio.
Por un largo rato lo mire a los ojos sin decir nada, pensando, sopesando los pros y los contras yo nunca tomaba decisiones tan apresuradamente y no quería que él lo hiciera, sólo, para que al paso del tiempo, se diera cuenta de que se había equivocado.
- Paul, ¿ya pensaste en lo que todo eso implicaría para ti? prácticamente nos acabamos de conocer, me parece que tendrías que pensar mejor en lo que me estás proponiendo, yo soy sólo una chica humilde, piensa en los problemas que eso te acarrearía, piensa en lo que dirá tu gente, tu familia…
-No necesito pensar en nada Coraima, ya no soy ningún adolescente ya tengo veintiocho años y ¿A mí quien me va decir lo que debo hacer o no? tú eres la mujer de mi vida y no te voy a perder sólo por estúpidos convencionalismos.
Esa misma tarde me llevó a su lujoso departamento, y ahí en medio de la penumbra me hizo el amor, fue maravilloso estar desnuda entre sus brazos, sentir su calor, sentir por primera vez las caricias del hombre que amaba y que me amaba, de su mano, recorrí caminos y senderos que jamás imagine, fue maravilloso dormir y despertar entre sus brazos, entre los que me convertí en mujer, en su mujer…
Pero tenía que regresar a lo mío, así que me levanté y me vestí, apenas si tenía tiempo de llegar a mi departamento y darme una ducha para correr a la universidad, deje un beso en sus labios y salí sin despertarlo, al llegar abajo, él ya me esperaba vestido con un pantalón deportivo, sin camisa, descalzo, con el pelo revuelto, no pude menos que sonreír al verlo agacharse para recargar las manos sobre sus rodillas tratando de recuperar la respiración, después de haber bajado corriendo cinco pisos por las escaleras, mientras que yo había tomado el ascensor.
-¿Se puede saber a dónde vas Coraima? –preguntó con seriedad.
-A mi departamento, a mis clases, a mi vida…
-¿Y de verdad piensas que te dejaré ir? No mi amor, yo tengo que irme mañana a Canadá, quisiera llevarte conmigo pero sé que no puedes, así que por primera vez faltarás a la universidad e iremos por tus cosas, porque a ese departamento no regresaras, después iremos a comprarte lo que te haga falta. Te quedarás aquí conmigo ya no más desvelos, más que los que te corresponden, ya no harás tareas a tus compañeros yo te ayudare con tu familia.
Al escucharlo, sentí que estaba perdiendo control sobre mí y me llené de indignación.
-¡No tienes ninguna obligación conmigo! ¡Mi familia es mi responsabilidad, únicamente mía! ¡Yo no necesito que me compres nada! ¡Todo lo que necesito lo he comprado ya! ¡No porque anoche me acosté contigo ahora me vas a pagar!
Di la vuelta para irme, pero él me agarro de la mano y me atrajo a su pecho.
-Muy bien Cora, ¡Entonces dime de que se va a tratar todo esto! ¡Vas a ser mi esposa y claro que tengo obligaciones para contigo!
-Mientras no lo sea no tienes ninguna, no necesito tu ayuda ni la de nadie, yo puedo sola.
-Es eso ¿no es así? ¡Es tu orgullo, claro la señorita todo lo puede! ¡No necesita ayuda de nadie! ¡Aunque en ello vaya su vida! ¡Mírate las enormes ojeras que tienes! ¡No duermes bien, no comes bien, todo por estar haciendo trabajos para esa bola de buenos para nada!
-¡Gracias a esa bola de buenos para nada como tú los llamas, he podido sacar adelante a mi familia! ¡No me importa los sacrificios que tenga que hacer! cada día que pasa es un día menos, sólo falta año y medio para que mis esfuerzos se vean coronados ¡y ni tu ni nadie me quitara esa satisfacción!
-Por favor, mi amor deja que te cuide, quédate conmigo ¿quieres? Por favor, yo te amo, por favor, quédate.
- Perdóname Paul, yo no quise ser tan dura –dije mientras me arrojaba a sus brazos-. ¿En verdad tienes que irte?
-Si mi amor pero serán sólo unos días, regresare para casarme contigo, traeré a mi madre para que nos ayude a planear la boda y…
-No mi amor, yo preferiría que no, me gustaría una ceremonia sencilla sólo tú, yo y el juez, no me gustan las cosas fastuosas, además no quiero una ceremonia religiosa hasta estar segura.
-¿Segura de qué Coraima?
-De que en verdad me amas, de que no estamos cometiendo un error.
-Esto no es ningún error al menos no para mí ¿lo es para ti?
-No Paul, es sólo que quiero que estés seguro de que en verdad esto es lo que quieres.
-Tonta, jamás en mi vida estuve tan seguro de algo, es lo que he anhelado desde el primer instante en que te vi.
Yo me mude a su departamento y él se fue al día siguiente, lo extrañaba terriblemente extrañaba sus brazos, sus caricias, su aroma, él me hablaba todos los días, cuando regresó fuimos al registro civil y nos casamos, Fabiola fue nuestro testigo, comenzamos una rutina, él se la vivía entre México y Canadá, yo seguía con mis estudios, y con mis trabajos extra que me permitían mandar dinero a mi familia, estaba feliz porque mi madre me había dicho que ya habían montado un pequeño negocio en el que trabajaba toda la familia y estaban por montar otro, se habían mudado a otro barrio mejor y habían construido una casa más cómoda y bonita con varias recamaras, sólo faltaba un poco de dinero y podríamos completar para la segunda operación de mi padre y eso sería todo, podría dedicar más tiempo a Paul, quizás viajar con él los fines de semana, conocer a su familia…
-Coraima, cariño, escuche la voz de Paul mientras sentía que me movía con suavidad.
-Paul, mi amor, no me dijiste que venias hoy… ¿Qué hora es? -miré a mi alrededor y me di cuenta que me había quedado dormida frente a la computadora.
-Son las diez de la noche –contestó con un tono de enfado en la voz.
-¡Cielos! No supe a qué hora me quede dormida, toda la tarde estuve trabajando en un problema que no podía resolver –dije entre bostezos.
-Coraima en una hora tengo una cena de negocios y me gustaría que fueras conmigo.
-Oh Paul perdóname, pero todavía no terminó.
-Por favor, Cora, es muy importante para mí, eres mi esposa, soy un hombre casado pero a donde quiera que voy siempre voy sólo.
En su voz hubo un tono de reproche que me hizo sentirme bastante mal, él tenía razón ¿que era yo para él Si yo sólo me dedicaba a estudiar? no podría culparlo si el encontrara una mujer que le diera todo su tiempo y su compañía.
-Está bien Paul sólo dame unos minutos, enviaré por correo algunos trabajos urgentes e iré contigo –dije aunque sabía que esa noche no tendría tiempo de dormir un momento.
Busqué en mi guardarropa y me percate de las docenas de vestidos que Paul me había comprado y que yo no había tenido oportunidad de estrenar, elegí un vestido negro, entallado, que me quedaba arriba de la rodilla, con cuello de ojal que llegaba a medio hombro.
Usé zapatillas de tacón alto y recogí mi cabello en la parte de atrás con sujetadores, me maquille ligeramente y me perfume, cuando Paul entró se quedó mudo, me vio de arriba abajo y lanzo un silbido de admiración.
-Luces bellísima mi amor, creo que podemos hacer esperar un poco a esas personas.
Rodeo mi cintura con sus brazos y comenzó a besar mi cuello, me mire al espejo y aunque yo nunca me sentí bonita, no pude menos que admitir que me veía hermosa.
-Por favor, Paul, ahora no, mientras más rápido concluya esa cena, más rápido podré terminar con todo lo que me falta –dije con un tono de fastidio en la voz que sin querer me había salido de muy hondo.
Él se detuvo en seco y me miró a través del espejo, con una mirada fría y penetrante. Todo el camino no me dijo una sola palabra, iba muy pensativo, con la vista al frente. Al llegar al restaurante ya nos esperaba una pareja madura, la mujer muy bien vestida y adornada con joyas muy ostentosas, el hombre un poco mayor que ella, vestido muy pulcro con un traje muy elegante, al vernos, nos saludaron efusivamente.
Después de las presentaciones nos sentamos y tomamos una copa de champaña mientras que nos servían la cena que desde la entrada hasta el postre consistió en platillos muy raros que en mi vida había probado, sobra decir que no fueron del agrado de mi paladar, pues este, sólo estaba acostumbrado a probar cosas sencillas, comí un poco de todo, tratando de poner buena cara, por lo menos cuando ellos me miraban, al terminar, pedí un café mientras ellos seguían tomando champaña.
-Soy una adicta incorregible –les dije sonriendo, La verdad era que el sueño me estaba venciendo. Mientras ellos hablaban de sus negocios, aquella mujer trataba de hacer conversación, comentaba el estado del tiempo, lo costoso de sus joyas y otras trivialidades, me vi en la necesidad de interrumpirla para poder escapar hacia el tocador, y mojarme la cara con agua fría. Regresé con una sonrisa en el rostro.
Sin embargo, al parecer el café que me habían servido debió de ser descafeinado, pues no sirvió para ahuyentarme el sueño, ya que este volvió y sin que lo pudiera evitar, los bostezos se siguieron uno tras otro. Paul me dirigió una mirada severa que me hizo pensar y con razón, que el asunto no iba a terminar muy bien, por fin acabé con los codos sobre la mesa sosteniendo mi cara entre las manos, tratando de mantenerme despierta, mientras que aquella mujer fingía estar atenta a la pequeña orquesta que tocaba música clásica.
De regreso, Paul seguía con la misma actitud hacia mí, no me miró ni dijo una sola palabra por el camino. Sin embargo, pude ver que apretaba los dientes con fuerza y sus nudillos se ponían blancos al sujetar el volante, lo había avergonzado, eso lo sabía muy bien y de verdad que lo sentía, pero yo no quería iniciar una discusión, así es que apenas llegamos al departamento, prendí el computador y me metí en mis trabajos, sentía unas inmensas ganas de llorar, comprendí que yo no era la mujer indicada para él, y lo más doloroso era que estaba segura que él pensaba lo mismo.
¿Sabes lo que acabas de hacer Coraima? –Preguntó Paul al tiempo que me tomaba del brazo obligándome a levantarme de la silla.
-Paul, yo… lo siento en verdad, no fue mi intención… perdóname, por favor,
-¿Perdonarte? ¡Acabas de echarme a perder un negocio que redituaría a la compañía millones de dólares! ¡Y con un lo siento no basta! ¡Una tonta disculpa no es suficiente!
-Entonces ¿Dime que quieres que haga para corregir mi estupidez? ¡Porque hasta allá no llego Paul, ni con mi vida podría pagarte un millón de dólares, mucho menos más que eso! ¿Qué hago?
-¡Nada ya no se puede hacer nada! ¿Tú crees que existe algún remedio? ¡La esposa del que iba a ser socio de la compañía se sintió terriblemente humillada, se lo vi en el rostro, fuiste muy grosera con ella y su esposo se dio perfecta cuenta! ¿Y todo por qué? ¡Por que el sueño te vencía! ¡Por que no dejas que yo te ayude! ¡Por qué piensas que tú lo puedes todo! -Se quitó la corbata y la aventó al piso con rabia.
-Ya te dije que…
-¡No Coraima ya basta! -El me agarró de los hombros y me sacudió con violencia, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro, él nunca me había tratado de ese modo y yo sentí que mi corazón comenzaba a sangrar. ¡Creo que es hora de que me escuches! ¡Ya tolere mucho tiempo tu capricho de querer hacerte la heroína del cuento!
-¿La heroína del cuento? ¿De qué hablas? ¿Eso es para ti mi vida, Paul? ¿Un capricho? ¿Un cuento?
-Cora escucha, yo te necesito, te necesito junto a mí de tiempo completo, me siento muy mal de que no me dejas hacer nada por ti, por tu familia, que al final de cuentas, ahora también es mía y para que lo sepas ahora mismo están operando a tu padre, yo he mandado el dinero para que lo hagan.
-¿Qué hiciste qué? No Paul, ¿por qué? ¿Con qué derecho?
-¡Con el derecho que me da el ser tu marido! ¡El hombre que se supone tiene que protegerte y ver por ti!
-¡Lo acabas de decir, por mí, no por mi familia! ¿Sabes algo Paul? ¡Creo que será mejor replantear este matrimonio, visto está que no soy la mujer que te conviene! ¡Búscate una esposa que si este contigo de tiempo completo! ¡Una que se la viva jugando canasta o que se pase todo el día en el bendito club o gastando tu dinero en obras de beneficencia! ¡Una que este ahí, que acuda al instante, en cuanto truenes los dedos! ¡Una que no tenga una vida, porque yo si tengo una, con conflictos, con problemas, con enormes inconvenientes, eso, al fin y al cabo es una vida! ¡Mi vida!
¡Entonces dime! ¿Dónde entro yo? ¿Qué soy yo para ti? ¿No se supone que soy tu esposo? ¡No quiero ser el hombre que sólo te sirve para la cama!
Respiré hondamente tratando de tranquilizarme, cada palabra que salía de nuestros labios eran terribles puñaladas, tanto para mí como para él, eran palabras muy hirientes, palabras que ya no estaba dispuesta a escuchar ni a pronunciar, sentía que estaba a punto de estallar así que di la vuelta y sollozando me dirigí hacia la recamara, pero él me tomó por el brazo impidiéndome seguir.
-Escúchame Coraima por favor, –dijo tratando de recobrar la calma.
-¡No, escúchame tu a mí! ¡No quiero deberle nada ni a ti ni a nadie! ¡Yo me fije un objetivo y si tú me das algo, para mi será como si estuviera vendiéndote mi cuerpo para lograrlo! ¡Si estoy contigo ha sido porque te amo! y no sabes cómo lamento que mi vida te parezca un cuento –dije arrastrando las palabras con ira-. ¿Qué sabes tú lo que es morir de hambre y de frio en medio de la miseria? ¿Qué sabes tú de lo que es ver a tus hermanos desear un dulce, un juguete y no podérselos dar? ¿Qué sabes tú de lo que es verlos buscar en el basurero un carrito sin llantas, una muñeca sin manos, sin ojos y convertirlos en su más grande tesoro?
¿Qué sabes tú de lo que es ver a tu madre día con día partiéndose la espalda lavando y planchando ajeno para sacar a sus hijos y al compañero de toda su vida adelante? ¿Qué sabes tú de todo eso? ¡Si siempre lo tuviste todo! ¡Si a ti nunca te falto nada! ¡Para saberlo, tendrías que haber estado en mi lugar! Dime, ¿Por qué piensas que es un capricho querer para ellos una vida mejor?
-Coraima perdóname –El me abrazó con desesperación, mientras que en sus ojos dos lágrimas brillaban-. No quise decir eso, yo sólo quiero un poco de tu tiempo mi amor, me parte el alma verte así ¿Hace cuánto tiempo que no duermes una noche completa? Has dejado de vivir muchas cosas por trabajar sin descanso.
-Yo lo hago por ellos Paul, sólo por ellos, te agradezco lo que hiciste pero no puedo aceptarlo, como te dije, mi familia es mi responsabilidad, de nadie más, yo juntaré el dinero que les mandaste y te lo regresaré.
-¡Por favor, Coraima, no puede ser que seas tan necia! ¿De dónde vas a sacar más tiempo, más energías para trabajar?
-¡Ese es mi problema! –grité furiosa.
-¡Y yo nunca pensé que al casarme contigo, te convertirías en el mío, en el peor problema de mi vida!
El salió con un portazo dando así por terminada la discusión, yo me senté en el sillón no podía creer lo que acababa de escuchar, así que eso era lo que él pensaba de mí, yo sólo significaba un problema en su vida. Comencé a pasar mis archivos a mi vieja memoria y mientras lo hacía empaque la ropa y las cosas que había traído conmigo, deje todo lo que él me había dado, sólo me llevé una fotografía en la que él y yo estábamos sonrientes y felices, llamé un taxi y después de vivir con el casi cuatro meses me fui de ese lugar con lágrimas en los ojos, entré a mi pequeño departamento y apenas lo hice sentí en mi corazón una aplastante soledad.
-¡Coraima ábreme sé muy bien que estás ahí! -Eran las tres de la mañana cuando él tocó a mi puerta.
No contesté y el siguió tocando y llamándome a voces, hasta que alguien, en el piso de abajo me gritó que le abriera para que se callara de una vez. Cuando abrí me tomó por el brazo y me condujo hacia adentro del apartamento.
-Coraima ¿qué clase de ridiculez es esta? –preguntó furioso.
-¡Vaya! ¡Pues sí que soy todo un caso! ¡Soy caprichosa, necia, arruino grandes negocios, mi vida es un cuento, soy tu peor problema y ahora soy ridícula! Puedes ponerme los adjetivos que tú quieras Paul, trataré que no me duela.
-Por favor, Cora vamos a casa –dijo con impaciencia.
-No Paul, no voy a regresar contigo, yo nunca seré lo que tú necesitas… quiero el divorcio Paul.
-No Coraima eso no, no te daré el divorcio, perdóname fue un momento de ofuscación… soy un tonto. No me dejes por favor…
-¡Vete Paul, no hagas las cosas más difíciles! He tomado una decisión y me atendré a lo que venga, ahora si me permites… Todavía me falta mucho por hacer.
-Si tú no regresas, entonces me quedaré aquí, contigo.
-Oh Paul, no me hagas reír, ¿tú en un lugar como este? Eso sí que sería una ridiculez, vete por favor, nada de lo que me digas me hará cambiar de parecer.
-Está bien mi amor pero regresare y tu tendrás que irte conmigo, porque sé que me quieres y yo te amo, piensa bien las cosas, no vale la pena que nos separemos sólo por una tonta discusión mi amor, todas las parejas las tienen alguna vez…
-No Paul, fue mucho más que una tonta discusión, le acabo de costar a tu compañía millones de dólares además de que todo esto me ha servido para darme cuenta de que no soy mujer para ti, jamás estaré a tu altura y no quiero que algún día termines por reprochármelo… No podría soportarlo.
-No mi amor eso no pasará nunca y por lo demás no tienes que preocuparte, ya aparecerá otro inversionista, ahora me voy te dejo para que lo pienses.
Él regresó al otro día y al otro y al otro, pero yo siempre me mantuve en la misma postura, yo lo amaba, pero mi vida estaba llena de conflictos y él no tenía por qué cargar con eso.
Una mañana al salir hacia la universidad Paul me esperaba recargado en su auto, al verme se acercó a mí y me agarró de las manos.
-Paul ¿Qué estás haciendo aquí? Ya te dije que…
-Sólo he venido a despedirme de ti mi amor, tengo que regresar a Canadá, no puedo seguir posponiendo por más tiempo mis negocios, sólo quiero decirte que jamás te daré el divorcio, no tiene caso, porque, aunque ahora hay muchas cosas que nos separan, cosas contra las que no puedo luchar, sé que volverás a mí, así está escrito y yo te voy a esperar mi amor, te voy a esperar por siempre, no me interesa otra mujer, me interesas tú, con tus problemas, con lo complicado de tu vida, con tu mal genio, con todo eso yo te voy a esperar, te amo.
Besó mis labios brevemente y subió a su auto, mientras lo ponía en marcha, una lágrima rodó por su mejilla y la secó rápidamente, arrancó sin mirarme por última vez, arrancó sin darme la oportunidad de articular palabra
–Es mejor así-. Pensé mientras que de mis ojos escapaban amargas lágrimas. No volví a tener noticias de él, cuando Fabiola intentaba abordar el tema yo rápidamente cambiaba de conversación. Me sentía muy deprimida y me refugiaba en mis trabajos no quería pensar en nada, llevaba varios días sintiéndome muy mal del estómago, parecía que por fin, tantas desveladas y tantas tazas de café me estaban pasando la factura. Una mañana al ingresar al salón de clases todo mi entorno se volvió negro y caí desmayada, mis compañeros se apresuraron a auxiliarme y me llevaron a la enfermería, cuando reaccione, el doctor se acercó y por su cara pude adivinar que lo que me diría sólo vendría a complicar más mi existencia.
-Señorita, está usted embarazada – me lo dijo así, de golpe y sin anestesia.
Eso si no me lo esperaba, se supone que me estaba cuidando, -¿era que los anticonceptivos no funcionaban si no los tomaba? – me pregunté con ingenuidad, algunas veces por las prisas había olvidado tomarlas. Salí del consultorio y me dirigí a mi departamento, por primera vez siendo las diez de la mañana me acosté en mi cama y dormí durante todo el día.
-Estoy embarazada, estoy esperando a su bebé, tengo tres meses.
Dije a Fabiola cuando se presentó por la tarde en mi departamento-. Tengo tres meses, esto ha venido a enredar todo, pero increíblemente no me importa, ¿te das cuenta Fabiola? Voy a tener un bebé de Paul.
-¿Y qué es lo que harás?
-No lo sé, tal vez me devuelva para Venezuela, mi familia me ayudara gustosa, supongo que tendré que dejar de estudiar por un tiempo, no sé qué pensar, mi cabeza ahora es un caos.
-Bueno, pues piénsalo Cora, Paul tiene derechos y obligaciones con ese bebé, y yo estoy segura que en cuanto lo sepa se pondrá feliz, es cuestión de una sola llamada y vendrá corriendo a tu lado.
-No sé, Faby, no quiero ser un obstáculo en su vida, yo no soy lo que más le conviene y…
-Esas son sólo tonterías Coraima, sabes bien que él te adora.
Lo pensé toda la noche, y al clarear el día ya había tomado una decisión, faltaban unos días para que iniciaran las vacaciones, entonces, iría donde Paul y tendría mi bebé a su lado, trataría de ser la mejor compañera para él, yo seguiría estudiando durante mi embarazo y después de él. Sentía que ya había cumplido con mi familia, mi padre se recuperaba a pasos agigantados de su operación, si, ya me tocaba hacer mi vida, ya me tocaba pensar en mí y en la familia que estaba por formar.
Por fin se llegó el día y Fabiola fue a dejarme al aeropuerto.
-No regreses Coraima quédate con él y sean muy felices.
Yo la abrace con los ojos llenos de lágrimas de felicidad y me apresuré a abordar el avión, durante el vuelo, hice planes, hermosos planes, mientras acariciaba mi vientre, ya me veía llegando hasta su oficina, sin duda sería una gran sorpresa para él saber que yo estaba esperando a su hijo. Sin embargo, ¿Cómo podía saber que todo se derrumbaría? ¿Cómo saber que la más sorprendida sería yo? ¿Cómo saber que el destino se pondría en mi contra?…
Ahora mi cuerpo yace en la cama de este hospital mientras que mi alma vaga por la inmensidad de la nada, ya no sé si es de día a o es de noche, no tengo nociones del tiempo, este transcurre en medio de una espesa bruma, sólo por lo que escucho de los doctores acerca de mi embarazo me doy cuenta del tiempo que ha pasado…
-Paul, mi amor no sé qué hacer para consolarte, te veo llorar, desesperarte, suplicar al cielo por mí, me doy cuenta de cuan inmenso es tu amor, y ahora me doy cuenta cuanto te amo yo, si pudiera decírtelo, si pudieras escucharme… ¡Quiero regresar a ti¡ Si tuviera una oportunidad de regresar… si tan sólo la tuviera, subiría a la montaña más alta y gritaría al viento que te amo, para que este lleve mi voz hasta el lugar más recóndito de este planeta, para que lo sepan los valles, las llanuras, las montañas, el cielo, el mar, las estrellas… Para que lo sepas tú…
Pero estoy tan cansada, siento que a cada momento que pasa mi cuerpo etéreo se diluye, siento un sueño intenso, me resisto con todas mis fuerzas, pero tampoco sé cómo regresar, me sorprendo pensando si no será mejor dejar de luchar e ir de una buena vez hacia esa fuerza que me atrae, pero no, tampoco quiero hacerlo sin pedirte perdón, sin saber que me perdonas…
-Todo va bien con los bebés, viene un varoncito y una linda pequeñita –dice el doctor y por primera vez te veo sonreír al ver sus rostros en la pantalla del ultrasonido.
-Mira mi amor, son nuestros bebés –me dice Paul mientras toma mi mano y la besa-. Ojala que pudieras verlos.
Yo también sonrío, no sólo puedo verlos, también los siento y ellos parecen sentirme, pongo la mano suavemente en mi vientre, siento los latidos de su pequeño corazoncito, y ellos se mueven con fuerza.
-Ellos ya son viables, la señora, a pesar de su estado, ha podido resistir hasta llevarlos casi a término, pero no debemos tentar a la suerte, así que será mejor programar una cesárea para dentro de tres días, después, se podrá hablar sobre la posibilidad de desconectar y sé que suena duro, pero tal vez podría donar los órganos de su esposa…
Al escuchar aquello volteo a ver a Paul terriblemente asustada, lo miro esperando su reacción, pero esta tarda en llegar llenándome de angustia. Él baja la vista y de repente se lanza contra el doctor tomándolo por las solapas con un gesto de rabia en el rostro.
-¡Escúcheme bien! ¡A mi esposa nadie la desconectará! ¡Ella va a volver! ¡Ella va a regresar! ¿Entendió!? –Dijo al tiempo que lo azotaba contra la pared-. ¡No se atreva siquiera a mencionar otra vez esa estupidez!
¡Pero usted ha hablado con el neurólogo, sabe que está en coma profundo y tal vez tenga daño neuronal severo, en caso de que reaccionara, no sabemos las secuelas tan terribles que podría tener!
-¡Usted ya lo dijo, no sabemos, así que mejor se calla y dedíquese a lo suyo! ¡Traiga a mis hijos con bien y de lo demás se encargarán otros médicos!
El doctor sale muy desconcertado, Paul se acerca y me da un beso en los labios mientras sus lágrimas corren por su rostro mojando el mío, recuesta su cabeza sobre mi pecho y acaricia mi vientre, el comentario de aquel doctor lo ha dejado muy mal, y a mí también… Tal vez yo no quiera vivir con un daño así.
-Mi amor, no hagas caso de lo que dice ese cretino, yo sé que tú volverás, sé que lo harás, porque tú eres una guerrera y no te dejarás vencer, sé que estás luchando por volver, sé que no nos vas a dejar.. Trato de secar sus lágrimas con mi mano, más es inútil. Sin embargo, su optimismo me contagia, sé que si regreso estaré bien, algo dentro de mí me lo dice, si regreso, si regreso… me dirijo a la ventana y miro al cielo -¡Por favor,, por favor,! ¡Déjame volver, déjame estar con ellos! ¡No quiero dejarlos solos! ¡No quiero! –Ruego con toda mi alma a una fuerza superior.
Ha llegado el día, han anestesiado mi cuerpo, Paul así lo ha pedido a pesar de que le han dicho que tal vez yo no sienta nada, y así es, pero sé muy bien que él jamás habría permitido lo contrario. Él está a mi lado, como siempre desde aquel accidente, me toma de la mano mientras el médico comienza a cortar mi carne, de pronto, todo comienza a girar a mi alrededor, alcanzo a escuchar que mi corazón está fallando, veo a Paul pedir desesperado que me salven antes de sentir esa fuerza que me atrae y contra la que ya no puedo luchar, veo una luz intensa en medio de aquella obscuridad, no puedo evitarlo, mi alma se diluye, me estoy yendo… Ya no lucharé más, he decidido dejar de resistirme, tal vez no sea tan malo después de todo…
Volteo a ver a Paul por última vez, dos lágrimas resbalan por mis mejillas mientras me veo caminando hacia ese lugar que me ofrece tanta paz y sosiego, estoy al cruzar, pero de repente algo me detiene, siento unas manos pequeñitas que toman las mías, impidiéndome continuar, miro hacia abajo y los veo, son los mismos rostros que vi en aquella pantalla, mi sorpresa es tremenda, no puedo creerlo, ¡son mis bebés! Están envueltos en un resplandor plateado como luz de luna, sonriendo me llevan de la mano de regreso hacia ese quirófano y desaparecen, los médicos han logrado que mi corazón vuelva a latir, voy al lado de Paul, puedo ver el momento en que sacan a mis bebés de dentro de mi vientre, Paul se emociona hasta las lágrimas, es lo último que veo pues comienzo a caer en un sueño muy profundo para perderme en él.
Ahora me encuentro todavía más confundida, siento un dolor terrible en mi vientre, miro a mí alrededor… Estoy sola en el aquella habitación, mi desconcierto es muy grande, todos los recuerdos llegan de golpe a mi cabeza, esta me duele terriblemente, me levanto de la cama y me quito la sonda del suero que alimenta mi cuerpo, siento una debilidad y una pesadez extrema, es como si me hubiera acostumbrado a la ligereza de mi cuerpo etéreo, salgo de la habitación, con una mano voy sosteniéndome de las paredes, mientras pongo la otra sobre mi vientre, me dirijo hacia los cuneros, se perfectamente el camino, se bien a donde lleva cada uno de los pasillos de este hospital, quiero ver a mis hijos.
Una enfermera se cruza por mi camino y me mira con asombro, cuando se recupera de la sorpresa me detiene.
-Contésteme algo –le digo con débil voz y tratando de respirar con profundidad-. ¿Usted puede verme?
-Claro que la veo –es su contestación.
-¿Puedo tocarla? –pregunté.
Ella asiente con la cabeza, entonces toco su rostro y sus manos, ella me ve con lástima seguramente pensando que he quedado mal de mis facultades. Le sonrío y sigo mi camino.
-Déjeme llevarla – me dice con preocupación.
-No es necesario, conozco el camino, lo he recorrido durante meses.
En su rostro se dibujó un gesto de asombro, no se atreve a detenerme pero va tras de mí, tal vez para confirmar si lo que le he dicho es cierto. A lo lejos veo a Paul, está mirando a sus hijos a través del cristal, ellos están en una incubadora, él no me siente llegar, se percata de mi presencia cuando llego junto a él, asombrado, me sostiene por la cintura mientras yo sigo mirando a mis hijos con las manos abiertas sobre el cristal.
-Míralos Paul, -digo débilmente-. ¿No te parecen los bebés más hermosos del universo?
El no atina a contestarme nada, pero, indudablemente, han sido muchas emociones en tan sólo unos minutos, estoy muy mareada, siento que mis piernas ya no pueden sostenerme y me desvanezco, pero los brazos fuertes y protectores de Paul me detienen impidiendo que caiga al piso.
Abro los ojos nuevamente en esa habitación, estoy rodeada de doctores que examinan mi cuerpo, uno me pide que abra la boca, otro me deja viendo luces al poner en mis ojos la luz cegadora de una pequeña lámpara, me hacen un sinfín de preguntas que me parecen estúpidas, me preguntan mi nombre, si se dónde estoy, si se la fecha, si se el día y la hora que es.
-Es obvio que estoy en un hospital, ¿cómo voy a saber qué día es? –Contestó con enfado-. Dónde yo andaba jamás vi un calendario, sólo les puedo decir que es el día en que alguien allá arriba me ha regalado la oportunidad de estar con mi esposo, con mis hijos, con las personas que más amo en este mundo…
Ellos ríen condescendientes, se apartan un poco y puedo ver a Paul que se encuentra recargado en la puerta, con las manos dentro de los bolsillos, me mira con inmenso amor y sus ojos están cuajados de lágrimas. Lo miro con ternura y en silencio le doy las gracias por estar siempre conmigo, por no dejarme, por no perder la fe en mí, por amarme tanto…
-Indudablemente, estamos ante un milagro -dice el ginecólogo.
-Él siempre supo que yo reaccionaria, doctor, usted debe disculparlo por la manera en que reaccionó cuando usted habló de desconectarme…
-dije sin dejar de mirar a Paul.
-¿Pero cómo es que usted sabe? ... –Preguntó sorprendido, Yo sólo sonreí.
-Perdóname por favor, –dijo Paul mientras me abrazaba cuando los médicos se retiraron.
-No Paul, perdóname tu a mí, soy una tonta, tú no has hecho otra cosa que no sea amarme, yo… mi amor, nada de lo que te dije aquel día es cierto, por favor, perdóname, yo siempre te he amado, el dolor, los celos, me hicieron decir palabras que no sentía. Te he visto llorar y pedir por mí, he visto las noches que has pasado aquí, sin dormir, sin comer, esperando por mí, gracias por no perder la esperanza…
¿Me viste? - mi amor, ¿te sientes bien? –preguntó con un dejo de preocupación en la voz.
-Me siento mejor que nunca, y si, te vi, porque yo jamás me fui, porque yo siempre estuve a tu lado, esperando al igual que tú que mi cuerpo reaccionara para poder volver a él, y aunque casi no lo logro aquí estoy para pasar toda una vida contigo y con nuestros hijos y eso es lo que importa.
-Te amo Coraima, te amo, no me dejes nunca. –me dijo mientras rozaba sus labios con los míos como le gustaba hacerlo.
-Yo también te amo Paul, y con todas mis fuerzas lo gritaré mi amor, gritaré al viento que te amo.
Colaboración de Alondra Viajera
México