En uno de mis tantos viajes por el universo, llegué a un mundo extraño, un mundo lleno de colores que vivía por el amor, entonces me propuse a explorar ese extraño mundo caminando hacia la nada, tan solo con la esperanza de encontrar a alguien que me explicara ese extraño mundo.

Cuando mas cansado me encontraba, unos soldados o guerreros me encontraron creyendo que era un enemigo, me atraparon y me llevaron con su princesa.

Admito que nervioso, ansioso y asustado esperaba ver a la princesa, pero esperé horas y horas, esas horas se convirtieron en días y los días en semanas, estaba seguro que si tardaba mas tiempo hay perdería totalmente la cordura.

Cuando mas desesperado me encontraba encontré a una mujer hermosa, que pasaba junto a mi celda, en su mirada encontré la paz, y en su expresión encontré el amor.

Desde ese día ella siempre pasaba por mi celda, trayendo comida, pláticas o simplemente venía a estar conmigo.

A veces hablábamos, a veces solo nos mirábamos, a veces solo callábamos por mi rabia y coraje hacia la princesa que me había abandonado a mi suerte, no pasaba día que no maldijera mi suerte y a esa princesa.

Un día no se cual pues después de no ver luz durante mucho tiempo, uno pierde la noción del tiempo, la chica me dijo su nombre, su nombre era Mina, que ella había perdido a sus padres en la guerra.

Me confesó sus sentimientos. Ella lloró conmigo, abrió su corazón a mi.

Yo solo podía pensar en por que la había conocido, que era dichoso al oírla, al verla.

Ese día comprendí que no tenía que maldecir mi suerte, porque la había encontrado a ella, ese día aprendí que por más dura que parezca la situación o por muy grande que parezca la visión de ser un castigo no es así, simplemente así apreciamos más lo hermoso que tenemos.

Hay yo creo que empecé a amar a Mina.

Colaboración de Abinadad Conde Casas
México