Estas apreciaciones, se ponen a consideración del mundo a quién desee leerlas, pero ruego especialmente que sea leída al menos por nuestro Presidente de la República Argentina y la Gobernadora actual de la Provincia de Buenos Aires. No me excluyo de la responsabilidad que manifiesta el título, soy uno más de los poseedores de esta lacra mundial. Tampoco pretendo desvelar secretos de la Naturaleza, que está por encima nuestro con sus decisiones.
Somos lo que somos, pero se nos asigna la posibilidad de cambiar lo que nos afecta como conjunto, y allí radica la estupidez máxima, ya que nos negamos rotundamente a intentar tal metamorfosis, y para nuestra verguenza, las demás especies se afanan para realizarlo. Además ello ocurre desde poco después de la aparición en escena del Homo Sapiens Sapiens. La verificación que necesitamos un progreso en nuestra evolución se acrecienta día tras día, al conseguir en nuestra historia una suma muy importante de apartados del sistema mundial de seres con necesidades mínimas cubiertas para lograr una supervivencia. Esto ocurre en todas las formas e ideologías humanas, y se ha consolidado a partir de la creación del dinero y la asociación de su acopio con el poder ejercido, que determina que nuestro acervo génico en función de genes relacionados con el egoísmo deban ser atenuados en su expresión.
El descubrimiento científico que dicha atenuación es posible a nivel personal y social, simplemente con una intención profunda y sincera, señala que al menos deberíamos intentarlo, ya que la asociación dinero y poder ha resultado en todos los casos y tiempos nocivo y contrario a la evolución de nuestra especie. En este punto comienza nuestra necedad y estupidez al negarnos un cambio que nada tiene que ver con credos, políticas, estrategias o explicaciones innumerables que con nuestro nivel no atenuado de egoísmo, resultan cuanto menos absurdas.
Lo grave es la pretendida abolición de leyes naturales, como es fundamentalmente la ley de evolución de las especies, que a pesar de ser controvertida es innegable su existencia a través de pruebas paleontológicas. Para poder actuar contra Natura, creamos dentro de nuestra especie, sub especies, que la Naturaleza no reconoce, por estar fuera de sus leyes y designios.
Nuestra necedad es tal que pretendemos doblegar a la Naturaleza, con nuestras inventadas leyes sociales. Creemos que al menos deben existir dos subespecies, la de los esclavistas y la de los esclavos. La estupidez es creer que podemos designar evolución de una parte de la especie, negando la otra, siendo que lo Naturalmente fijado es que la evolución o involución se produce en toda la especie. Por ello la agresividad y la guerra son actitudes involutivas y la paz y la concordia conducen a poder evolucionar. Nos negamos sistemáticamente a considerar un cambio de pensamiento desde lo puramente individual a pensar en función de la especie. Lo lamentable es que este fenómeno es mundial, con lo cual debemos admitir que nos negamos a abandonar nuestra estupidez.
Para los argentinos mencionaré situaciones bien claras que comprueban que jamás habrá cambio, sin acompañar a un buen gobierno con un pensamiento tendiente a la especie y no tendiente al individuo o grupos de individuos. Por ejemplo, días pasados, la gobernadora de Buenos Aires, fue interceptada en una ruta por un piquete de guardavidas costeros que reclamaban derechos ignorados. La gobernadora bajó de su auto, e intercambió una airada discusión con el representante gremial. Más allá del resultado, pensando como todos lo hacemos, no cambiaremos nada, porque aunque disminuyamos en lo posible la agresividad, el asunto se resolverá a favor de quienes tengan una mayor proporción de seres con mayor relación poder-dinero que presionarán en mayor intensidad.
Y aunque en lo puntual pueda la balanza inclinarse hacia lo más humano, en general surgirán otros hechos específicos similares, lo cual se proyecta hacia lo infinito. Si estuviéramos en un conjunto que al menos pensara en la especie más que en los individuos, forzosamente tendrían su expresión génica egoísta más atenuada, con lo cual la agresividad automáticamente sería menor, y se habrían reunido en resolver la cuestión en función al interés de la especie, sin consideraciones de poder-dinero. En otro caso, el Presidente afirma sin que lo dudemos, que el fin a que apunta a su gobierno es a la pobreza cero.
En nuestro actual sistema su voluntad tenderá al infinito pero jamás lo logrará, ya que el sistema poder-dinero no puede admitirlo para poder sobrevivir, lo cual viene ocurriendo desde hace muchos milenios. Si pensáramos en función de la especie, se llegaría a un equilibrio en el cual toda la comunidad estaría automáticamente contemplada. Podemos seguir con cientos de páginas, con similares resultados.
Pero claro, por aquello que más vale loco conocido que sabio por conocer, nos debatimos en la locura. Es posible que primero debamos comenzar por disminuir la profundidad de nuestra estupidez. Pero sea como sea, todo lo que vaya en función de beneficiar a la especie toda, es lo que debemos iniciar. Es sencillo, no requiere más fuerza o vigor que la fe o la oración, y por procedimientos similares podríamos iniciarnos juntos en el cambio. Porque no necesitamos cambios en nuestras creencias, solamente en aquello que no se manifiesta en contra de toda la especie, lo cual es manejado por nuestra expresión génica. Además no nos obligarían a ser estúpidos para acompañar a los locos conocidos. El sabio por conocer es el que nos señala la Naturaleza.