Comenzó mi sueño los primeros días en que mis muñecas me decían mamá.
Se siguió nutriendo de mis fantasías de mi tierna infancia y mi pubertad.
Luego fui la novia, después la esposa transformó mi cuerpo la maternidad.
Tu latir sentía, con fe te esperaba, a veces llorando de felicidad.
Hoy no eres el sueño, eres el milagro que gestó mi ser.
Y ante tal prodigio, doy gracias al cielo por el privilegio de nacer mujer.
Colaboración de Marilu
México