Querida Alondra que de mis brazos volaste, llegaste tan alto y solos nos dejaste, en medio de confusión y sueños rotos, vi cómo tus manos soltaban las mías, ¡oh!, que tristes nos hacías, entregamos nuestros sueños e ilusiones, y albergamos nueva fe y esperanza.
Después vino un ángel, precioso como ninguno, pero al verte tan sola y triste, de prisa voló contigo. Las razones no entendimos, los pilares crujían, más sin embargo los amamos tanto; que comprendimos que mejor estaban juntos.
Hoy los recordamos con dulce amor, en espera de la promesa de verlos de nuevo a los dos.
De sus padres que los aman.
Los hijos y los padres no son eternos, amen a sus hijos y a sus padres, luego podría ser muy tarde.
Colaboración de
Hunny Bee
México