La primera vez que supe de ti, a diferencia de muchas mujeres en situaciones difíciles, comencé a reír, no sabía si era un sueño o era verdad. Entonces el tiempo pasó, el mundo notaba tu presencia, me desperté muchas mañanas con una o dos pataditas en el vientre, el cansancio me mataba y mi vida tenía que seguir como antes. Una vez en el tren, no hay vuelta atrás. Lloré mucho tiempo después, no por desilusión o dolor, lloraba por ti, por desesperación, por darte lo mejor, por verte sano y feliz. Una vez formado por completo deseaba con ansias conocer tu cara, tocar tus manos y darte el primer beso.
Entonces pasó, estabas ahí, tan pequeño, tan indefenso, tan mío. Tu carita de miedo, de confusión provocó la más grande ternura en mí, sentí ganas de borrar el mundo y volverlo a crear para que lo conocieras tan perfecto como nadie más. Encontrar tu mirada fue ver el paraíso, descubrir que sólo yo era tu consuelo se convirtió en mi mundo. Sentir mi dedo atrapado en la presión de tu manita me aferró a la vida, me dio las fuerzas para seguir adelante y no volver a mirar atrás.
Tus primeros balbuceos me han hecho imaginar que dices mamá con tanto amor como ahora te puedo llamar hijo, no importa ya la lucha pasada, no importa si hubo soledad o llantos, no importa nada más que tú y yo. El mundo sigue girando a nuestro alrededor pero tus ojos siguen buscando mis brazos tanto como mis brazos buscan tu cuerpo…
Todo esto es más de lo que imaginé, más difícil, más cansado pero más feliz de lo que un día pude haber imaginado y es entonces cuando me pregunto: ¿Qué hice para merecerlo? Nunca fui demasiado buena, o demasiado lista para tenerte a mi lado, jamás imaginé ser tan fuerte para poder tomar tu mano y sonreír tan fácilmente, jamás imaginé sentir tu dolor o llorar tus lágrimas, jamás imaginé que siendo una niña viviría lo mejor de ser una mujer, jamás imaginé tener tanto amor en el corazón, jamás imaginé aprender una gran lección de un ser tan pequeño.
Y entonces comprendo que Dios me ha compartido a uno de sus ángeles, el más hermoso, el más risueño, el más travieso también, todo eso porque tú y yo aprenderemos a ser fuertes, no somos más que la combinación perfecta de amor sincero, de vida eterna aunque el cuerpo se termine, de fortaleza y valentía. Ahora lucho por estar siempre contigo, que sepas que nuestra familia es de dos pero con el amor de una de 100. Te amo.
Es más que nada una carta a mi hijo, espero que otras mamás en situaciones difíciles o no difíciles puedan valorar pequeños detalles y revivan a cada segundo la mejor etapa de su vida... La llegada de su bebé
Colaboración de Ilithya
México