Germinaron en mí
fueron un regalo de Dios,
mi carne vuestra carne
mi sangre su sangre
mi vientre se tornó tibio,
para abrigar sus almas.
Mis caderas crecieron
para dar paso,
a vuestros cuerpecitos
mi estrecha vagina
se dilató hasta diez,
abriéndoles paso…
Rozaron mi piel
un gemido angelical
se acunó en mi alma,
era la llegada
de unos claveles hermosos,
cuando miré sus ojos
conocí a Dios,
pues su nacimiento
me hizo entender que la vida,
es la lluvia que emerge
para regar mis colinas áridas.
Colaboración de Gladis Waira
Colombia