Desde el pueblo de las olas
bajamos a su costado de mar sereno y confiado,
a su costado dispar y hermano.
Los problemas se enredan
Como las ubres en las manos del tambero
en los alambres como de seda
que anticipan el terreno
de soledad seca y contrastante con nosotros.
Y seguimos nosotros
y arrancándose de nuestros cuellos
quedan los problemas allí
en esas líneas de cordura
sin cordura alrededor.
Y viajamos en pendientes
de no más de cincuenta metros
y nos topamos con el manto
de todos nuestros ahogos y desahogos,
la piel de este mundo
que sólo cuando quiere
le regala un limite al firmamento,
incapaz,
para transformarlo en horizonte.
Podemos ahora...
y no podemos
dejar de hacerlo.
Colaboración de Amiel
Argentina